La civilización de la Antigua Roma abarcó más de 1 000 años, desde la fundación de la República hasta la caída del Imperio en Occidente. Eso es mucho tiempo en moralidad sexual, comparemos entonces las costumbres de la sociedad actual, con las de hace 2 000 años.
La idea de que Roma era una sociedad extremadamente promiscua y licenciosa es, en realidad, una simplificación masiva de una imagen compleja. Es una reducción que ha servido a los artistas eróticos, a menudo incapaces de retratar sus propios tiempos como genuinamente sexuales, en todos los medios, desde el óleo hasta el actual video digital. También en este aspecto, puede haber un elemento de propaganda religiosa en esta imagen de Roma. La Iglesia Católica se afianzó en los últimos siglos del Imperio. A la Iglesia de todos los tiempos siempre le ha interesado retratar el mundo romano pagano precristiano como uno de los deseos fuera de control, llenos de orgías, bacanales y violaciones endémicas, por doquier, las mismas que ellos habían controlado con torturas, terror y llamas purificadoras.
Los romanos tenían un conjunto permanente de pautas morales llamadas «Mos Maiorum», que traducido sería; «el camino de los ancianos», un (“código de buenas costumbres y mejor conducta”), ampliamente aceptado y no escrito. Estas costumbres consideraban el exceso sexual fuera de los límites del comportamiento ideal definido por “virtus”, un estado ideal de masculinidad que incluía el autocontrol. También se esperaba que las mujeres fueran castas y puras, “pudicitia”. Ese deseo manifestado por la sociedad romana, que duda cabe que se ha ido cumpliendo con el paso de los siglos…
Las leyes escritas también incluían delitos sexuales, incluida la violación, que podían conllevar en ultima instancia hasta la pena de muerte. A las prostitutas -y a veces a los artistas y actores- no se les dio esta protección legal y la violación de una esclava solo se consideraría un delito de daño a la propiedad contra el dueño de la esclava, la esclava no era dueña de sus palabras, y todo lo que dijese en su defensa, podría acarrearle males mayores que la “simple” violación.
El matrimonio en sí era, una realidad, un asunto desequilibrado. No se esperaba que las mujeres casadas alcanzaran ningún tipo de placer u orgasmo durante el acto sexual, el disfrute de las relaciones carnales, o coyunta, les estaba simplemente prohibido. Ellas, simplemente se casaron para cumplir con el código moral y procrear, y tener hijos, y cuantos más mejor, -como siguió ocurriendo en épocas posteriores-. Además, se esperaba que la esposa sumisa hiciera la vista gorda, y a ser posible, mirase hacia otro lado, ante la infidelidad sexual de su esposo, que en realidad no era tan trascendente, como si la profanadora del matrimonio fuese ella.
A los hombres se les permitía dormir acompañado todo lo que quisieran, siempre que su amante no estuviera casada o, si estaban con un niño, él tenía más de cierta edad. Los burdeles, las prostitutas y las bailarinas se consideraban «juego limpio», al igual que los hombres mayores, con la condición de que fuera sumiso. Ser pasivo se consideraba trabajo de mujeres, los hombres que se sometían eran considerados deficientes en “vir e in virtus”, eran denunciados y denostados como afeminados, (posteriormente se les llamó “muerdealmohadas”).
Un ejemplo de este falso e imaginario “código moral”, se vio con el largo y público romance de Julio César con Cleopatra, pues debido al hecho de que Cleopatra no estaba con un ciudadano romano, las acciones de César no se consideraron adúlteras. Los romanos eran, en todos los sentidos, más sexualmente liberados que nosotros, no tenían tantas trabas, ni morales, ni religiosas, ni mucho menos sexuales a la hora de compartir aficiones sexuales. Había un fuerte elemento sexual en gran parte de la religión romana. Las Vírgenes Vestales eran célibes para mantenerlas independientes del control masculino, pero en otras ceremonias religiosas celebraban la prostitución.
Además, el divorcio y otros procedimientos judiciales de este tipo eran tan fáciles de emprender, tanto para las mujeres, como para los hombres. En este sentido, las mujeres fueron, en muchos casos, más liberadas sexualmente de lo que son en muchas culturas contemporáneas, hasta el día de hoy. La homosexualidad también se consideraba poco notable, ciertamente entre los hombres, -de hecho, no había palabras en latín para diferenciar entre el deseo del mismo sexo y el hetero-. Los niños estaban protegidos de la actividad sexual, pero solo si eran ciudadanos romanos nacidos libres, al contrario que los niños esclavos, los cuales sufrían toda clase de abusos y humillaciones, pues tenían todos los derechos restringidos.
La prostitución era legal y habitual. Los esclavos eran considerados propiedad de su amo tanto en los términos sexuales, como en los económicos, el amo podría hacer con su esclavo lo que mejor le apeteciese en cada momento. En ese sentido, podemos medir con bastante precisión la actitud de laissez-faire de los romanos hacia el sexo porque sabemos mucho sobre sus vidas sexuales. Una encuesta similar de, digamos, la escritura hispana en el siglo XVII, no proporcionaría una imagen tan clara.
Los romanos escribieron sobre el sexo en su literatura, comedia, cartas, discursos y poesía. Francamente, Parece ser que no existió ningún tipo de tabú de baja cultura asociado con la escritura, o la representación, del sexo. Los mejores escritores y artistas de la época romana, estaban felices de disfrutar del sexo en sus múltiples facetas. El arte romano está lleno de imágenes que hoy se considerarían pornográficas, -y alarmaría hasta el mas vicioso de los pollos del corral-. Pero cuando nos quitamos la careta de hipocresía, todo queda como siempre fue… En Pompeya, los mosaicos, estatuas y frescos eróticos, se encuentran no solo en burdeles y casas de baños conocidos que pueden haber sido lugares de negocios para prostitutas, sino también en residencias privadas, donde se les da un lugar de honor, -no hace tanto acá en España, los talleres mecánicos, estaban decoraban sus paredes con posters y almanaques de exuberantes chicas en edad de merecer-, no hemos cambiado tanto es ese aspecto. Hay objetos eróticamente cargados en casi todas partes de la sofocada ciudad. Esto era algo a lo que los romanos podían hacer frente, pero no los europeos modernos: muchos de estos descubrimientos se mantuvieron bajo llave en un museo de Nápoles, hasta hace bien poco.
Al comienzo de este breve artículo, creo recordar, que se mencionó una posible difamación sexual póstuma contra toda la sociedad romana. Pues la verdad, es que si, se intentó tal difamación, los romanos suministraron a sus críticos un montón de material dañino, la mayoría de ellos de muy dudosa procedencia.
La idea de que ningún día romano estaba completo sin una orgía o dos, como mínimo, se forma en gran parte a partir de las condenas posteriores a los hechos de emperadores malvados como Nerón (el primer emperador que se suicidó para escapar de su destino) y Calígula -el primer emperador asesinado-, o el promiscuo degenerado de Heliogábalo. Esta insistencia en su moralidad sexual laxa podría indicar que, en lugar de considerar que tales asuntos eran de muy poca importancia, eran absolutamente vitales para los antiguos romanos.