Xavi Altamirano. Suite Información.– Yo escuché a un tipo con un megáfono subido a un banco en Málaga, soltando que iba a quitar las subvenciones a partidos y sindicatos, y pensé: voy a escuchar a este pechitos, a ver qué dice.
Me engatusó. Me lió. Pardillo de mí.
De las 100 medidas, coincidía con 90. Noventa. Que ya eran muchas más de las que jamás había compartido con ningún otro programa político. Por mi edad, solo recuerdo no estar cabreado con la clase política cuando votamos a Suárez y cuando Felipe González le pegó el revolcón a este país, antes de que le crecieran los enanos en el PSOE y empezara el circo.
Pero no tardé en descubrir que Vox Málaga era un cortijo infecto, dirigido por un señorito colocado a dedo como presidente provincial, que no admitía ni crítica ni opinión de nadie. Duré un cuarto de hora. Me vinieron los hombres de gris a amenazarme: o te callas o te vas. Me largaron al amanecer, como a los condenados al garrote vil. Ya se olía la estrategia de «Santi el Cortijero», de convertir España entera en su finca particular.
Ya no le queda nadie de los que valían algo. Los ha ido laminando uno a uno.
Y encima, ni se cortó. Trincó las subvenciones que decía que iba a rechazar, montó su sindicato para chupar del bote igual, se compró la casa de Conde Orgaz — ya podría haber hecho un puto alquiler con opción a compra para disimular, pero ni eso — y allí estaba en la boda del de «los brindis», que alquiló un Rolls para darse el paseo de rigor.
El único que tenía dos dedos de frente y algo de dignidad era Espinosa de los Monteros, que le dijo: ahí te quedas con tu chiringuito, que yo no participo más en este teatrillo.
Y mientras, ahí sigue, manejando su cortijo con dos dedos, fabricando banderitas del águila y empujando a su tropa a la calle para hacer el trabajo sucio: fabricar más rojos, que es de lo único que viven.
Porque Vox no ataca a la izquierda. No. Solo apunta al PP, porque su única obsesión es robar votantes de la derecha moderada. Les da igual España, les da igual la izquierda que nos está desangrando. Su objetivo es cazar pardillos con pulserita y sumarlos a su jauría de hooligans.
¿Para qué sirve Vox? Para dividir el voto de derechas y dejarle el sillón a Sánchez. Nada más.
He llegado a pensar que los del Peugeot les mandan sobres para que saquen niños con águilas a la calle, a atacar al colectivo LGTBI, a los musulmanes, a cualquiera que les venga bien para montar su numerito. No tienen otra política. No proponen nada. Solo ruido, postureo y fanatismo.
Y así estamos: incapaces de aguantar el tipo y de hacer política de verdad. Deberían aprender de otros países, donde la derecha se une para echar a los que destrozan naciones. Pero aquí, no. Aquí, la derecha solo sabe dispararse a los pies.
En definitiva:
Vox solo sirve para dar por el culo y para hablar francés.