José Manuel Otero Lastres. Suite Información.- A lo largo de mi vida, recuerdo poesías que me han impactado, como “Caminante no hay camino” de António Machado, “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge Manrique y “Que tengo yo Jesús mío que mi amistad procuras”, de Lope de Vega. Tengo, además, guardado el discurso de Académico de número de don Antonio Machado, leído recientemente en la Academia de la Lengua por el actor José Sacristán y disfruté mucho de los actos que se celebraron ese día.
Pues bien, el miércoles 8 de este mes, cuando volaba hacia Perú, vi en la prensa un ataque dirigido por Luis García Montero, presidente del Instituto Cervantes, contra el actual director de la Real Academia de la Lengua Española, don Santiago Muñoz Machado. De este Académico dijo que era un Catedrático de Derecho Administrativo, que había conseguido de sus importantes clientes ayudas para mejorar los escasísimos fondos de la Academia de la Lengua.
No creo que el señor Gómez Montero haya decidido intervenir en los medios de comunicación porque el Académico Santiago Muñoz Machado sea Catedrático de Derecho Administrativo ni tampoco porque haya conseguido los apoyos necesarios para salvar a la Academia de los malos momentos que pasó. Probablemente había otras motivaciones. Porque nos sucedió lo mismo en la Academia de Jurisprudencia y Legislación de España y aguantamos entonces gracias a la brillante intervención de nuestro presidente don Manuel Pizarro.
Desde mi punto de vista personal, me gustaría hacer las tres siguientes consideraciones.
La primera es que hubo una importante muestra de apoyos a Santiago Muñoz Machado del mundo de la cultura. Entre la gente que ha considerado inoportunas las declaraciones del señor García Montero recuerda a don Álvaro Pombo que calificó al director del Instituto Cervantes en un artículo titulado como “El imaginario cutre de un poeta de la experiencia blanda», publicado en ABC, como: «poeta menor, agradablemente menor, pero faltón; chiquito, pero faltón”. Y Añadió que tenía “vocación de burócrata».
Otro respaldo importante fue el de Juan Luis Cebrián que en un artículo en The Objetive señaló que “frente a la insensatez, la voracidad y el arbitrismo de quienes gobiernan, la RAE ha mantenido siempre un comportamiento insobornable. El régimen de Franco, tras la Guerra Civil, dio orden a la Academia de dar de baja a seis miembros de la misma. La institución se negó a ello e incluso reservó su silla a Salvador de Madariaga, el único superviviente de aquel grupo que leyó por fin su ingreso en mayo de 1976, exactamente 40 años después de haber sido elegido y cuando había cumplido los 90 de existencia.
Y añadió: “me avergüenzo del espectáculo que una institución oficial del Estado ha venido a dar a nuestros colegas de América y del mundo hispano. Los caciques y los aprendices de autócratas lo primero que emprenden para saciar sus apetitos es destruir las instituciones. Hasta que se dan cuenta de que les basta con apropiarse de ellas. No sé si ese es el momento en que se jodió el Perú, pero desde luego es el método que amenaza con joder a España. ¡Ay si Madariaga levantara la cabeza!”.
Recientemente también se pronunció a favor del Director de la Academia de la Lengua Xavier Pericay, en otro artículo de The Objetive, titulado “El filólogo y la RAE” en el que dice: “Con todo, cuesta creer que las respuestas de García Montero del pasado jueves en dicho desayuno informativo fueran fruto de la improvisación. Al contrario, parecían un ataque premeditado, aunque sea por persona interpuesta –su director, en este caso–, a una institución supuestamente hermana. (Y digo supuestamente hermana porque tanto el Cervantes como la RAE colaboran en la organización del Congreso y, en general, en la proyección de la lengua española en el mundo.) García Montero le afeó a Muñoz Machado no ser filólogo, como sí lo habían sido sus antecesores inmediatos en la dirección de la Real Academia. Ello habría dificultado, según el filólogo García Montero, su relación con Muñoz Machado. Sobra añadir que en parte alguna de los estatutos de la institución académica figura la exigencia de que su director sea filólogo, por lo que Muñoz Machado, elegido en una junta plenaria por los académicos, lo es de pleno derecho, aun cuando su formación sea jurídica”.
La segundo es que yo soy a académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España y en estas academias del Instituto de España se eligen los presidentes o directores con todas las garantías democráticas y sin que intervengan nunca cuestiones de otra naturaleza.
La tercera es que por lo anterior me parece sumamente improbable que se intente dirigir una academia para maniobrar en nombre del poder político. En efecto, no me parece posible que con el fin de opacar el carácter de la lengua castellana como lengua oficial del Estado y se le dé primacía a las de algunas otras de las Comunidades Autónomas que solo son oficiales en su Comunidad.”