Xavi Altamirano, Suite Información.- Es un no acabar. No nos dejan descansar de esta vergüenza diaria, que se renueva cada mañana con las nuevas pinceladas de escándalos que destapan los medios. La lista de imputados crece como una mancha sin fin, y nadie parece dispuesto a poner punto final.
Con pasmosa tranquilidad escuchamos audios clarísimos, tratados todavía como presuntas pruebas, cuando cualquiera de ellos bastaría para derribar un gobierno decente. Pero aquí, en lugar de dimisiones, asistimos a un espectáculo grotesco. Desfilan por los medios personajes de una tragicomedia nacional —ni Santiago Segura imaginó tanto en sus guiones—, que mienten sin pudor y con ese complejo de superioridad propio del corrupto que además se cree listo. Tienen la desfachatez de llamarnos “tontos” a la cara mientras interpretan el papel de víctimas de una supuesta “fachosfera”.
Ayer mismo, una tal Leire Díez apareció en Telecinco defendiendo que está escribiendo dos libros. ¿De verdad nos toman por idiotas?
Y no pasa nada.
En el Congreso, Pedro Sánchez volvió a sacar el “comodín de Franco”, intentando distraer al personal mientras debía rendir cuentas por los sobres que entran y salen de Ferraz con una ligereza insultante.
Y no pasa nada.
Esta mañana, Ábalos volvía a posar de víctima ante una reportera, como si el sistema lo hubiera juzgado antes de tiempo. Este individuo —putero, chorizo y déspota— que llegó a proclamarse “feminista porque es socialista”, exhibe el mismo complejo de superioridad intelectual que caracteriza a tantos de su especie: la convicción de que todos somos gilipollas.
Y tampoco pasa nada.
Día tras día, asistimos impasibles. Mientras tanto, una derecha acomplejada y apoltronada mira hacia otro lado, incapaz de salir a la calle y plantar cara. Si la oposición fuese PSOE o Sumar, ¿alguien duda de que las calles estarían ardiendo?
¿Que la corrupción existió también con el PP? Por supuesto. Pero nunca antes se nos llamó gilipollas con esta soltura.
Este sistema está diseñado para mantener a los cachorros de los partidos bien alimentados, para que cada gobierno de turno instale sus puertas giratorias y perpetúe la financiación irregular con una facilidad pasmosa. Lo tengo claro. Pero hasta ahora, al menos, teníamos chorizos con algo de oficio. Hoy, lo que tenemos es gentuza de la peor calaña.
Estamos sufriendo lo que votamos. Y lo más grave es que seguirán votando lo mismo, porque muchos se ven reflejados en esta miseria moral.



