REDACCION. M. Recio. suiteinformación.- La actividad deportiva reglada llamada fútbol o balompié ha terminado controlada por lo peorcito de cada casa. Sí, no me importa hacer esta afirmación y la hago con conocimiento de causa y a sabiendas de que habrá quien se moleste conmigo por ello. Hay excepciones, bastantes, como siempre ocurre, pero en general abunda el individuo hortera, presuntuoso y mal educado en todos los estamentos. Pero es curioso que había una cualidad que brillaba en todo aquel que decidía entrar de una u otra manera en el planeta fútbol.
Me estoy refiriendo a la valentía. La facilidad para superar los miedos no es fácil de encontrar en individuos con altas dosis de inteligencia, brillo personal y constancia para afrontar en la vida cualquier actividad de toda índole. Pero si no eres valiente espera para ir a un palco a ser invitado. Utilleros, masajistas, médicos deportivos, guardas de seguridad, jugadores, entrenadores, cuerpo técnico, consejeros, directivos, presidentes….todo el que tenga un ápice de responsabilidad en el terreno de juego o fuera de él, tiene que tener valor. Quien decide pertenecer a ese mundo, más de espectáculo que de deporte, tiene que aceptar que tarde o temprano llegarán momentos muy difíciles a los que hay que hacer frente con valentía. Lo ocurrido en lo extradeportivo recientemente con motivo del Mundial de Fútbol femenino en su encuentro de final entre las selecciones de Inglaterra y España, ha eclipsado lo auténticamente importante que ha sido la victoria de la escuadra española, proclamándose ni más ni menos que campeona del mundo.
El entonces presidente de la RFEF, D. Luis Rubiales, presente en el partido, se mostró tal y cómo es. No le conozco personalmente pero está dentro de un zootipo abundante en este sector. También se suele dar en una parte del respetable publico, formada por grupos organizados de vándalos que se muestran violentamente como energúmenos sin educación ni el más mínimo decoro cuando así les parece oportuno. Del gesto de agarre fálicotesticular triunfalista del palco de autoridades, al beso en la boca a una de las futbolistas, y al paseo rememorando el rapto de las sabinas con otra de las futbolistas al hombro, mejor no hablar, porque ya está casi todo dicho.
Un señor presidente de la RFEF no se puede comportar de esa forma. Punto. Pero en el fútbol se puede esperar de todo. Es indudable que este espectáculo bochornoso les ha abierto el cielo, ese que quieren asaltar, a las feministas de la suma. Ha interesado políticamente convertir algo sin la menor o relativa importancia en un delito inconmensurable imperdonable y abominable. Ya se demostrará en su momento procesal oportuno que de delito nada de nada. Al tiempo. De risa, eso si, a no ser porque todo lo que se ha desencadenado sonroja al más pintado sintiendo vergüenza ajena ante lo visto y oído.
Todo lo extra deportivo en el fútbol está maldito. Lo está porque es una continua fuente de conflictos, ahórrenme enumerar o describir todo lo que al lector le pasa por su cabeza sobre hechos luctuosos ocurridos dentro y fuera de los estadios.
El fútbol es la guerra en paz. No es solo un deporte, es un espectáculo de masas que exigen la victoria de sus respectivos equipos por lo civil o por lo militar. Se pierde el sitio, la prudencia, la buena educación, la vergüenza, la mesura… y también, lo que faltaba por ver, el valor, como he podido comprobar hoy en la rueda de prensa del seleccionador nacional absoluto D. Luis de la Fuente. Cuanto miedo transmitía con sus palabras pidiendo perdón con voz temblorosa y mirada huidiza y húmeda, por haber aplaudido en la asamblea al ya ex presidente Rubiales, cuando afirmó de forma reiterada que no presentaba su dimisión. Pero perdón por qué. Se quiere hacer de un grano de arena una playa por interés político de unos cuantos y se hace pasar por las horcas caudinas al seleccionador nacional, temeroso de dejar de serlo y que de forma humillante tiene que pedir perdón ante unos periodistas tan inquisidores como dependientes del sunami que les arrastra. Miedo, hay mucho miedo a decir la verdad de lo que se cree. A ser coherente con lo que se piensa a la hora de actuar.
En democracia y en el fútbol, como en todo en la vida hay que ser valiente, no bajar la cabeza con miedo, falsa humildad o modestia porque algunos así lo exijan para beneficio propio. Ni en la democracia ni en el fútbol hay sitio para los cobardes. M.R