Manuel Recio Abad. suiteinformación.- Tras la muerte de Francisco Franco en 1975, la incertidumbre sobre el futuro de España estaba en el ánimo de todos. Un rey, Juan Carlos I, plenipotenciario tendría que diseñar el camino hacia una nueva situación política y sobre todo marcando el tiempo en el que ese cambio debiera producirse.
Si comparamos aquella etapa de nuestra historia con la que actualmente nos ha tocado vivir, no puede evitarse caer en la desesperación y la sensación de hartazgo e impotencia por las muchas tropelías que ha diario nos invaden a través de los noticieros y redes.
En democracia hay un derecho que debe ser considerado como santo y seña del sistema. Es el derecho individual a saber que es lo que vota. El sistema parlamentario impide conocer con claridad qué programa político apoyas. Sabes que en la papeleta elegida para ser depositada en la urna aparece el logotipo y nombre del partido y la relación de candidatos que se presentan en la circunscripción. Sin embargo va a depender de los resultados y los acuerdos subsiguientes de gobierno quienes van a fijar las directrices políticas de la legislatura. Es decir, que puedes haber elegido un camino para que luego te lleven por otro. Puedes estar votando lo contrario de lo que realmente querías elegir. Estamos ante un monumental fraude electoral y ante eso el electorado se retrae por la desconfianza que genera y decide abstenerse. Lo ocurrido en Alemania es preocupante y no augura un correcto precedente para España.
Las mayorías no se alcanzan por imposición de los electores, sino por la seguridad que en ellos inspiren los candidatos y la certeza de que indudablemente vayan a cumplir sus compromisos asumidos y esa es hoy una realidad que brilla por su ausencia.
Volvamos al pasado. La Unión de Centro Democrático, UCD, con Adolfo Suárez al frente fue un ejemplo de cómo hay que afrontar unos comicios. Las diferencias o distancias ideológicas internas entre sus líderes, era tremenda. Convivían en su seno liberales, demócratas cristianos, socialdemócratas, partidos regionalistas, políticos provenientes del anterior régimen…. pero subyacía un objetivo común. Se debatía, se dialogaba y se condensaban acuerdos sobre que era lo mejor para todos. Primero en coalición y más tarde constituida como una única formación política, la UCD, un partido político, trajo la democracia a España. La entrada en vigor de la Constitución de 1978 así lo atestigua. Esto no es discutible porque forma parte de la mejor historia de nuestro país.
Hoy todo ha mutado y ni el PP se parece en nada a la UCD, ni el PSOE representa a a aquel socialismo liberal que consiguió convencer al español medio de que un gobierno socialdemócrata era posible. Los partidos separatistas tomaron la senda de la destrucción del estado hace tiempo y cegados por sus cortas miras, solo saben extorsionar al débil gobierno del que hoy disfrutamos.
Me importa saber que y a quien y para que, voy a votar. El voto a ciegas es lo peor que puede darse en democracia. No se trata de forzar mayorías estables concentrando el voto en una sola fuerza política, como pretenden los exacerbados defensores de una ya imposible mayoría absoluta del PP. Tampoco de VOX. Pero…. ¿por qué no una coalición de partidos? Temor a lo que ocurrió con la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas en aquel lejano 1934? En esas estamos todavía? ¿En el miedo a un levantamiento de la izquierda revolucionaria? Por favor….
Nos estamos jugando mucho. El ocaso de la socialdemocracia en España ha llegado y sus responsables tienen que salir cuanto antes de su propio embrollo.
Hablamos de libertad de expresión, de opinión y de elección, frente a intentos de imponer el voto masivo a unas siglas que no aclaran cuál será su compañero de viaje en la carlinga gubernamental.
Griten, insulten, ninguneen, pero yo me reservo mi derecho a votar a quien mas confianza me dé y menos dudas me provoque. En política, los complejos no son buenos compañeros de viaje.