Manuel Recio Abad, suiteinformación.- Los partidos políticos, como organizaciones de interés público, se crean para canalizar la participación ciudadana en la actividad pública. En realidad no es esto exactamente lo que ocurre. Los partidos políticos son sin duda colectivos coercitivos de la voluntad popular. Afiliarse a un partido político viene a significar la renuncia a parte de la libertad individual , pues a partir de ese momento te obligas a ejercer la defensa numantina del ideario e intereses de partido, dejando a un lado los propios criterios. La militancia partidista en general se divide en tres clases: simpatizantes, trepas y afanadores. Los primeros suelen aceptar todo lo que se les impone sin mayor complicación. Se han afiliado por sus ideales y quieren ver a su formación ganadora en todas las elecciones. Pagan puntualmente sus cuotas mensuales, sin molestas devoluciones y siguen con devoción a sus líderes, pues creen que piensan y opinan como ellos. Craso error.
El grupo trepa es muy peligroso, pues casi todos sus integrantes aspiran a ser presidentes de gobierno. Discuten cualquier cosa, sobre todo en los actos de partido, en los que tomar la palabra les supone una auténtica obligación. El codazo y la crítica cerval y destructiva del compañero son sus armas principales. Ir en listas en puestos para salir es su obsesión.
Por último nos queda el grupo de afanadores, integrado por aquellos que persiguen conseguir un medio de vida para siempre, similar a la que consigue un probo funcionario, pero ahorrándose los molestos y pesados exámenes. También lo engrosan aquellos avezados militantes, que ven en la política un medio para enriquecerse. Estos se especializan en ordeñar bien al partido o conseguir hacer buenos negocios, comisiones incluidas, al hilo de las recomendaciones conseguidas por amistad en el seno del mismo. En ocasiones los beneficios son repartidos con algún “inocente” compañero con cargo público. Son los hacedores de la corrupción que tanto ha salpicado a los dos grandes partidos. Resulta difícil encontrar un solo afiliado a partido político que no pertenezca a uno de estos tres grupos. No debe existir la fila cero.
En España cohabitan dos grandes formaciones sobre las que pivota toda la actividad política. Ambas luchan por el espacio de centro, una por la izquierda, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y otra por la derecha , el Partido Popular(PP). Ambas tienen una estructura corporativa y funcionan como dos grandes empresas. Esto les obliga a ganar elecciones no ya por alcanzar fines de naturaleza política por el bien del ciudadano, sino por conseguir disponer del caudal financiero suficiente y necesario para mantener sus respectivas superestructuras .
El PSOE tiene un presupuesto anual de gastos superior a los setenta millones de euros ( 70.000.000 €)de los cuales cuarenta millones corresponden al apartado de “remuneraciones”. Los ingresos superan los noventa millones de euros ( 90.000.000 €)El PP presenta unas cuentas algo más modestas pero no menos sorprendentes por su cuantía, en ambos casos con cifras oficiales cercanas a los cien millones de euros (100.000.000 €). No se nos olvide; hablamos de más de quince mil millones (15.000.000.000 Ptas.) de las antiguas pesetas de presupuesto anual por cada partido.
No pueden por tanto, permitirse jugar en segunda división. El partido socialista ha tenido que poner toda su artillería al servicio de la destrucción de su mayor enemigo durante estos años: Podemos, después Unidas Podemos y más tarde Sumar. Ha conseguido debilitarlos hasta el punto de que hoy casi no son representativos, aunque tres de sus miembros ostenten aún carteras ministeriales.
Volverán a ser lo que en su día fue el PCE.
En el caso del PP existe una verdadera fijación por la figura de la absorción de cualquier formación que signifique riesgo para la ansiada alternancia: Desde 1989, año de su fundación, sustituyendo a Alianza Popular y absorbiendo al Partido Liberal y al democristiano PDP. Más tarde se adueñaría de forma fraudulenta de las siglas CDS, partido fundado por Adolfo Suárez, tras su salida de la UCD.
Partido Socialista Obrero Español y Partido Popular juegan en la liga de las estrellas. Ambos admiten quedar primeros o en segundo lugar tras cada cita electoral pero no más. Respetan esta regla sagrada para que la alternancia en el poder sea efectiva. Felipe González y José María Aznar no dudaron un segundo en unir sus fuerzas para acabar con aquel joven brillante, triunfador, rico y abogado del estado que suponía un serio peligro para la alternancia bipartidista : Mario Conde.
Aparentan enfrentamientos a muerte pero sólo es eso, apariencia. En el Parlamento Europeo van de la mano en multitud de votaciones y cuando llega la hora de la verdad hacen mutis por el foro. No saben, no contestan. Haciendo un símil futbolístico, ¿alguien piensa que hay opción de que su equipo quede campeón de liga si no se llama Real Madrid o Fútbol Club Barcelona? ¿No, verdad?
El PP no dudó el pasado martes 11 de junio, en sumarse a los partidos de izquierda e independentistas para tumbar la iniciativa de VOX para que los españoles tuviesen prioridad en el acceso a las ayudas sociales. Este es un claro ejemplo.
Pretender tener dentro a todo lo que esté a la derecha del PSOE es un anhelo histórico del Partido Popular. Se ha convertido en partido atrapalatodo, obsesionado por acumular votos sin importar su color o procedencia, culpando a la Ley D’Hont de todos sus batacazos electorales debido a una indeseada división del voto.
Acuerdo básico para la pacífica alternancia es el compromiso de respetar aquellas leyes que hayan entrado en vigor en el periodo de gobierno del antecesor. El gobierno de Mariano Rajoy es otro claro ejemplo, pues no obstante haber conseguido mayoría absoluta, no derogó ni una sola de las leyes aprobadas durante el gobierno presidido por R. Zapatero.
Al llegar al poder el Partido Popular se convierte en un PSOE azul y si es durante la oposición, este blandea de forma ostensible sin dejar de otear el horizonte
. De una oposición tenaz, constante ante proyectos y decretos leyes aprobados por gobiernos socialistas, ha surgido una política de “laissez faire” en gobiernos populares, no derogando o modificando ni una sola de esas leyes, muchas de ellas de hondo calado y espíritu socialdemócrata.
¿De verdad el PP hace auténtica oposición? No teme una subida en las expectativas reales de sufragios que pueda conseguir VOX al unísono con lo que está ocurriendo en Francia, Alemania, Austria, Bélgica….Terror a perder la posición hegemónica de optar al poder alternativo, que le lleva a realizar una labor de oposición suave y plañidera, no sostenida en el tiempo y que incluso muchos de sus militantes, simpatizantes y votantes no llegan a entender.
Hagan verdadera oposición o dejen paso. Vox pide permiso, pues pactos postelectorales le obligan a ello, pero el SALF ( Se Acabó La Fiesta), con el liberal radical Alvise Pérez al frente, no lo va a hacer.
Vienen curvas.