Manuel Recio Abad. SUITEINFORMACION.- Nuestros partidos de izquierdas no son pacifistas, ni siquiera son antibelicistas. En realidad son unos claros y rotundos antimilitaristas, como lo demuestran día a día.
La Guardia Civil y sus mandos deben estar absortos sobre cómo utilizar las seis mil pistolas modelo Ramón de fabricación israelí por la empresa Emtan y para las que se había firmado por parte del Ministerio de Interior, un contrato de suministro de balas de calibre 7 mm, por valor de seis millones de euros, únicas con las que al parecer no se encasquillaban.
A la izquierda española ya no la conoce ni la madre que la parió. Entre bilduetarras, podemitas, sumaristas, ezquerristas y socialistas han organizado un buen guiso político.
En los últimos tiempos, siete años ya, la política española ha estado marcada por una serie de eventos que se parecen más a un espectáculo de circo que a un debate serio sobre el futuro del país. La Guardia Civil, con su arsenal de seis mil pistolas modelo Ramón de fabricación israelí, se encuentra en el centro de una controversia que pone en jaque la eficacia de las fuerzas de seguridad. Las dificultades con el suministro de munición, específicamente las balas de calibre 7 mm que no encasquillan, son solo un síntoma de una desorganización más profunda.
El hecho de que un cuerpo de seguridad del Estado dependa de un modelo específico de pistola, junto con un contrato fallido para el suministro adecuado de munición, plantea serias preguntas sobre la preparación y el equipamiento de nuestras fuerzas del orden. ¿Cómo es posible que seis mil pistolas se conviertan en un lastre para la seguridad nacional?. Esta situación no solo pone en riesgo a los agentes, sino también a la ciudadanía a la que deben proteger.

Por otro lado, el panorama político se asemeja a ese guiso ya comentado, en el que cada ingrediente parece aportar más confusión que sabor. La fragmentación del espectro político español ha llevado a una coalición inusual entre bilduetarras, podemitas, sumaristas, ezquerristas y socialistas. Esta amalgama ha creado un gobierno que muchos consideran extraño y poco coherente, incapaz de abordar los problemas reales del país.
La influencia de la extrema derecha separatista catalana y los movimientos nacionalistas hoy “progresistas” como el partido del aberri Eguna, han añadido más especias a este guiso en el que todos meten la cuchara para probar. Como a todos les gusta, se sirven un gran plato y hasta repiten. En lugar de colaborar para encontrar soluciones efectivas a cuestiones urgentes como la economía, la seguridad o la cohesión social, estos grupos parecen más interesados en sus propias agendas políticas. Esto ha llevado a una polarización extrema y al debilitamiento del tejido social.
La falta de dirección clara y el constante tira y afloja entre diferentes facciones políticas dentro del gobierno, han dejado al país en una situación tan ridícula como precaria.
La ciudadanía observa asombrada cómo aquellos que deberían ser sus representantes reales están más ocupados en disputas internas que en trabajar por el bienestar general. La desafección hacia la política se incrementa cuando los ciudadanos sienten que sus voces no son escuchadas ni representadas.
Es vital que tanto las fuerzas del orden como los políticos tomen conciencia de su responsabilidad hacia la sociedad. La Guardia Civil y la Policía Nacional deben ser equipadas adecuadamente para cumplir su misión sin contratiempos, mientras que los líderes políticos del batiburrillo gubernamental deben buscar puntos en común para abordar los desafíos que enfrenta España, que para eso asaltaron el gobierno.
Solo así se podrá reconstruir la confianza pública y avanzar hacia un futuro más cohesionado y seguro.
Comunismo, socialismo, separatismo, terrorismo, narcotráfico….tirachinas y triki-trakes y hágase la paz y el orden en el mundo.