Manuel Recio Abad. suiteinformación.– Bajo la insufrible presión a la que me somete desde hace días, Antonio Lobato con su anuncio de venta de vehículos por internet, me decido por escribir algo sobre multas y sanciones, dos de los más importantes sobresaltos de los que sufrimos hoy día y lo único que en exclusiva nos convierte en iguales ante la ley. A una media de casi 1,4 millones de euros diarios, la Dirección General de Tráfico (DGT) ingresó el año pasado algo más de 507 millones de euros gracias a cinco millones y medio de sanciones. Ahí es nada. Es la cifra de recaudación más alta de los últimos ocho ejercicios, procedente de unas 15.000 sanciones al día.
En Alemania las multas por exceso de velocidad son ligeramente inferiores a las que se imponen en España. Te pueden poner una sanción de 15 € si superas en 10 km/h el límite de la vía urbana y hasta 600 € con retirada de 4 puntos y 3 meses sin carnet, si superas en 70 km/h o más el límite de una autovía o autopista. La mina de oro de los ayuntamientos son las multas de tráfico: Madrid ya recauda 200 M al año.
¿Cuáles son los diferentes tipos de multas de tráfico?
Multa por alcoholemia, por saltarse un semáforo, por saltarse un stop, por saltarse un ceda el paso, por usar el teléfono móvil, por velocidad o por ir sin seguro.
La multa sólo corresponde a las sanciones por infracciones de tráfico. ¿Pero qué ocurre con el resto de las llamadas sanciones?. Estamos viviendo bajo los efecto perversos de un Estado sancionador que ha inflado la población de funcionarios en un claro afán controlador de la ciudadanía, de sus actos, de su libertad y que con una legislación coercitiva estricta sancionan hasta por algo tan natural y necesario como defecar que sancionan si lo haces en la inmensidad oceánica. Me pregunto ¿hacia dónde vamos?
La voracidad y apetencia del dinero privado sobre el que el Estado ha puesto desde hace años sus ojos, hace que vivamos observados, vigilados y denunciados por una administración poco dada a ayudar y más dispuesta a sancionar cualquier error, olvido o acción contraria a unas leyes trampa, cuya finalidad no es otra que el saqueo de cuentas corrientes justificado bajo la potestad sancionadora de la administración y el principio “solve et repete”, paga y reclama. Esta expresión se utiliza para describir aquellos casos en que para ejercer una reclamación administrativa, debe pagarse primero la multa o sanción que la origina y si no lo haces en periodo voluntario ya se encarga el funcionario de turno de ordenar el correspondiente embargo de cuentas y bienes.
Todo esto contribuye a fomentar cada vez más, un sistema de producción basado en la economía sumergida, la opacidad fiscal, la negación continuada del hecho sancionable y el cansancio del ciudadano harto de que le expolien sus cuentas corrientes.
¿Quién no ha sufrido alguna vez las consecuencias de todo lo expuesto?
No obstante la finalidad disuasoria que pretende alcanzarse, no se logra. No se reduce el número de muertes en accidentes en carreteras y autovías, porque te siguen adelantando a gran velocidad quienes no están dispuestos a respetar los límites señalados, eludir cuantas más obligaciones con el fisco mejor. Continuaran si recoger los excrementos que sus mascotas depositan a diario en el viario público y todos continuaremos cagándonos en la mar salada, aunque esto no suponga más que una coloquial expresión provocada por el cansancio del paganini.