Manuel Recio Abad. suiteinformación.- A veces la realidad supera la ficción. Tratar a la devastada Franja de Gaza como si fuera un solar, es un claro ejemplo de ello sin lugar a dudas. Resulta una oferta tan sorprendente como complicada.
La Franja de Gaza es un pequeño territorio costero de 360 Kilómetros cuadrados en crisis eterna. En ella coexisten, porque a lo que allí están obligados a hacer no se le puede llamar vivir, más de dos millones de palestinos y al mando de ellos está un grupo terrorista llamado Hamas, responsables de haberlos llevado a una situación catastrófica.
Desde el bloqueo impuesto en 2007 por Israel y Egipto, la región ha sufrido un deterioro constante en sus condiciones de vida, con altos niveles de pobreza, desempleo y carencia de servicios básicos. Según la ONU, más del 80% de la población depende de ayuda humanitaria y el acceso a agua potable y electricidad es limitado.
En este contexto, la reciente propuesta del presidente Donald Trump para transformar Gaza en un resort turístico ha generado gran controversia. El presidente de los Estados Unidos sugirió que se podría reubicar a la población palestina en otras áreas como son Arabia Saudí, Irán o Jordania. Acto seguido se harían las inversiones necesarias para demoler las construcciones afectadas por los bombardeos, limpiar la zona y convertir Gaza en un destino turístico atractivo para los visitantes internacionales.
Esta idea ha sido criticada por algunos mandatarios y tildada como una “falta de respeto hacia los derechos de los palestinos”, dirigentes que al parecer son mucho más comprensivos con lo que hizo Hamas en su despiadado, indiscriminado y cobarde ataque terrorista a los kibutz de Reim y Nir Oz el día 7 de octubre de 2023.
Las reacciones a esta novedosa y original propuesta han sido diversas. Muchos palestinos ven esta idea como una forma de borrar su historia y sus derechos sobre la tierra. Seguramente otros no, cansados ya de vivir en un cómic crudo y real de hazañas bélicas. A nivel internacional, algunos líderes y organizaciones han expresado su preocupación por las implicaciones humanitarias y políticas que esta propuesta conllevaría de realizarse. La comunidad internacional ha instado a buscar soluciones que respeten los derechos del pueblo palestino, es decir permitirles seguir allí comandados por un grupo terrorista, hostigando a sus vecinos cuando lo consideren oportuno, para placer y disfrute de quienes tanto odian al estado de Israel y que normalmente coinciden con países islamistas, partidarios del integrismo musulmán e individuos de otras religiones pero de clara tendencia social comunista, quienes aseguran interesadamente que esa actuación de inspiración liberal podría exacerbar el conflicto.
La situación en Gaza es un recordatorio constante de la necesidad urgente de encontrar soluciones sostenibles que aborden no solo las condiciones materiales, sino también las poco claras aspiraciones políticas y económicas del pueblo palestino, condenado por sus dirigentes a no disfrutar jamás de paz y prosperidad.
Que duda puede caber en que cualquier propuesta para el futuro de Gaza debe tener en cuenta las voces y los derechos de quienes allí viven, aunque como ya han demostrado, eligen democráticamente muy mal y lo hacen apoyando a un bastión de asesinos terroristas para que les gobiernen.
En conclusión, mientras el mundo observa con preocupación, es fundamental aportar ideas constructivas y que las discusiones sobre el futuro de Gaza sean inclusivas y respetuosas con los derechos humanos y no he comprobado de forma más ostensible ese respeto que en las zonas que rodean a un buen campo de golf, entre sus habitantes.
La transformación del territorio no puede ser vista como un proyecto aislado; debe ser parte de un diálogo más amplio sobre paz, justicia, dignidad…. e inversiones que generen riqueza, trabajo para aquellos palestinos que así lo deseen, y alejen definitivamente la ruina y tanta tragedia, donde pagan justos por pecadores y a los que se les niega su derecho a vivir en paz y prosperidad.