De víctimas a verdugos: la tragedia de Gaza
Álvaro Filgueira Suite Información.- La historia del pueblo judío está marcada por el horror del Holocausto, una tragedia que dejó huellas imborrables en la memoria colectiva de la humanidad. Sin embargo, el Estado de Israel, nacido del sufrimiento y la necesidad de refugio, se ha transformado con el tiempo en un poder militar que impone su dominio sobre el territorio palestino, en particular sobre Gaza, donde la población civil es la principal víctima.
La violencia que se despliega contra los habitantes de Gaza contrasta con los valores humanitarios que en su día impulsaron el reconocimiento del Estado israelí. La paradoja es desgarradora: un pueblo que sufrió persecución y genocidio, hoy reproduce patrones de violencia extrema, convirtiendo a Gaza en un escenario de muerte y desesperación.
Gaza: una población condenada a la violencia
La situación en Gaza se ha deteriorado hasta convertirse en una catástrofe humanitaria. Desde octubre de 2023, los bombardeos israelíes han provocado la muerte de más de 13.000 personas, incluyendo un número alarmante de niños. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) señala que más del 70% de las víctimas son civiles, un dato que cuestiona los argumentos de autodefensa esgrimidos por el gobierno israelí.
Mientras tanto, organizaciones como Save the Children y Médicos Sin Fronteras alertan sobre la devastación sanitaria: hospitales desbordados, falta de medicamentos básicos y una población infantil que sufre traumas irreparables. Las familias quedan atrapadas entre los escombros, sin acceso a agua potable ni electricidad.
Un poder desmedido: el aparato militar israelí
El ejército de Israel es uno de los más poderosos de Oriente Medio, y su despliegue de fuerza en Gaza lo demuestra. Los ataques aéreos son precisos y devastadores, reduciendo barrios enteros a escombros. El discurso oficial argumenta la lucha contra el terrorismo, pero los cadáveres de niños y mujeres inocentes cuestionan la ética de esta estrategia.
El bloqueo impuesto a Gaza desde hace años ha debilitado las estructuras sociales, haciendo que cualquier ataque cause un daño multiplicado. El resultado es una población que sobrevive bajo asedio, enfrentando tanto el peligro directo de los bombardeos como la desnutrición y las enfermedades que florecen en el caos.
La memoria de un pueblo y el olvido de otros
La gran contradicción radica en que el Estado de Israel, creado como respuesta al Holocausto y al genocidio judío, está hoy inmerso en una política de represión que causa un sufrimiento masivo en otro pueblo. Las imágenes de los campos de concentración han sido reemplazadas por las de campos de refugiados bombardeados. La pregunta que muchos se hacen es cómo la historia de la persecución judía no ha generado una mayor empatía con el sufrimiento palestino.
La comunidad internacional parece dividida: mientras algunos países mantienen su apoyo incondicional a Israel, otros empiezan a denunciar abiertamente la desproporción de sus acciones. Aun así, las resoluciones de la ONU siguen siendo ignoradas, y la diplomacia internacional parece incapaz de frenar la tragedia.
El dilema moral de Israel
Si el pueblo judío, víctima histórica de uno de los genocidios más atroces, ha logrado sobreponerse al odio para construir un Estado fuerte, ¿por qué ese mismo Estado perpetúa un ciclo de violencia en lugar de liderar la paz? Las políticas actuales no solo dañan al pueblo palestino, sino que también erosionan la legitimidad de Israel en la arena internacional.
La memoria histórica debería ser una lección de humanidad, no un pretexto para la violencia. Gaza es hoy el símbolo de esa contradicción: una tierra donde el dolor y la injusticia prevalecen bajo el poder de aquellos que, en su momento, también fueron víctimas del odio.
Un llamado a la reflexión y al diálogo
El conflicto entre Israel y Palestina necesita una solución que no se base en la aniquilación del otro. El sufrimiento de los civiles en Gaza exige una respuesta ética y comprometida de la comunidad internacional, que no puede seguir justificando la desproporción bajo el argumento de la seguridad.
La historia debe servirnos para aprender y no para justificar el sufrimiento de otros. Si el pueblo judío alguna vez clamó por justicia y refugio, es el momento de recordar que esos mismos derechos pertenecen también al pueblo palestino. Israel debe replantearse su papel en este conflicto si no quiere pasar a la historia como un Estado que, de víctima, se convirtió en verdugo.