Manuel Recio Abad. Suite Información.- Los EEUU de América del Norte tuvieron un presidente llamado Biden que decidió dejar a su suerte al pueblo afgano en manos de unos seres odiosos , unos paisanos denominados talibanes. Esa cobarde, innecesaria e inhumana decisión ha supuesto un retroceso en los derechos de la mujer en Afganistán que probablemente no llegara a existir ni siquiera en la Edad Media.
Desde la toma del poder por los talibanes en agosto de 2021, Afganistán ha experimentado un drástico retroceso en los derechos de las mujeres, revirtiendo décadas de avances y sumiendo a la mitad de la población en una situación de opresión sin precedentes. Comparar la situación actual con etapas históricas previas, revela la magnitud de esta regresión, pintando un sombrío panorama de desigualdad y represión.
Antes de la imposición del primer régimen talibán en 1996, y especialmente durante el período comprendido entre 2001 y 2021, Afganistán había sido testigo de un progreso significativo en los derechos de las mujeres. La promulgación de una nueva constitución en 2004 sentó las bases para la igualdad de género y se implementaron políticas destinadas a fomentar la educación y la participación femenina en todos los ámbitos de la vida pública.
En 2019, por ejemplo, aproximadamente el 37% de los estudiantes universitarios eran mujeres, un testimonio del deseo de muchas afganas por acceder al conocimiento y al desarrollo profesional. Las mujeres ocupaban papeles vitales en el gobierno, la salud, la educación y las organizaciones no gubernamentales. Había ministras, parlamentarias, juezas y médicas que contribuían activamente al progreso del país. Si bien persistían desafíos sociales y culturales, la libertad de movimiento, expresión y participación de las mujeres había experimentado un crecimiento notable.
El primer período de gobierno talibán impuso una interpretación extremadamente rigurosa de la maldita Sharia, despojando a las mujeres de sus derechos más fundamentales. La educación para niñas y mujeres fue prohibida, cerrando escuelas y vetando el acceso a universidades. El trabajo fuera del hogar se restringió severamente, limitándose a profesiones muy específicas y bajo condiciones muy estrictas.
La vida pública se convirtió en un espacio de control absoluto: el uso obligatorio del burka, que cubría por completo el cuerpo, se convirtió en norma. Las mujeres solo podían salir de casa acompañadas por un «mahram», un pariente masculino cercano, y se les prohibió hablar con extraños o cosas aún peor, como reír en público.
El acceso a la atención médica también se vio comprometido, con la imposibilidad de que médicos varones atendieran a mujeres si existía un profesional femenino disponible, y muchas doctoras habían sido despedidas.
La toma del poder por los talibanes en 2021, gracias al abandono de sus posiciones estratégicas militares por parte de EEUU, abandonando al gobierno a su suerte, ha significado, en muchos aspectos, una repetición e incluso un endurecimiento de las políticas del período 1996-2001. La regresión ha sido brutal y sistemática.
Las restricciones más impactantes se han cernido sobre la educación. Se ha prohibido la educación secundaria y universitaria para las mujeres. En diciembre de 2022, las universidades cerraron sus puertas a estudiantes femeninas, negándoles el acceso al conocimiento y a oportunidades laborales y profesionales de futuro.
La educación primaria sigue siendo accesible, pero dentro de un marco educativo cada vez más limitado y segregado.
La prohibición de trabajar en la mayoría de los sectores, incluyendo las organizaciones no gubernamentales (ONGs), ha tenido consecuencias devastadoras. Esto no solo ha afectado a la vida de miles de mujeres que perdieron sus empleos, sino que también ha paralizado la entrega de la ayuda humanitaria vital comprometida en un país que sufre una profunda crisis económica. Solo se permiten excepciones en áreas muy limitadas como la salud y la educación primaria, y bajo condiciones extremadamente restrictivas.
Se ha reforzado la obligación del uso del burka o vestimenta similar que cubra el rostro. La movilidad de las mujeres se ha restringido aún más, limitando su acceso a espacios públicos, su capacidad para viajar e incluso su derecho a permanecer en parques o lugares de ocio sin un acompañante masculino.
Las mujeres han sido prácticamente eliminadas de la vida pública. Han sido despojadas de cargos gubernamentales y su presencia en el ámbito social y cultural es mínima o inexistente.
La protección legal de las mujeres contra la violencia de género se ha desmantelado. No existen mecanismos efectivos para que las mujeres denuncien abusos, y en muchos casos, las víctimas se enfrentan a castigos o estigmatización en lugar de protección.
La situación actual de las mujeres en Afganistán es tremenda. Han prohibido ser socorridas tras el devastador seísmo producido días atrás, pues su demencial religión prohíbe tocar a mujer ajena. En que siglo viven estos condenados inhumanos y despiadados seres que únicamente representan un oscuro capítulo en la historia reciente del país? . Son un eco de las políticas del primer régimen talibán, pero con un alcance y una crueldad que, en muchos aspectos, superan aquella etapa. La represión sistemática y la negación de derechos básicos han devuelto a las mujeres afganas a una condición de invisibilidad y subyugación.000. La comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para visibilizar esta crisis humanitaria y de derechos humanos, y buscar vías para apoyar activamente la resistencia de las mujeres afganas que luchan valientemente por recuperar su voz, su dignidad y su futuro.
Es urgente una llamada a la acción para que pasado y presente no se desvanezcan y la lucha por la igualdad en Afganistán nunca sea olvidada.