
Manuel Recio Abad. Suite Información.- “Las representantes de la Comisión Promotora de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) No es mi cultura Aïda Gascón, Marta Esteban Miñano y Ruth Manzanares se reunieron con el ministro de Cultura, Ernesto Urtasun para valorar los próximos pasos tras el rechazo del PSOE -que se abstuvo-, junto con el PP y Vox, a debatir en el Congreso la iniciativa ciudadana que buscaba eliminar la tauromaquia como patrimonio”.
Esta noticia dada así en uno de los principales diarios impresos despierta suficiente interés como para hacer un análisis sobre su contenido.
La cultura de un país es un reflejo de su historia, sus valores y su identidad colectiva. En España, las tradiciones, como son los espectáculos taurinos, la tauromaquia, son parte integral de esta rica herencia cultural. Sin embargo, hay un creciente y artificial debate sobre una utópica necesidad de evolucionar y adaptar ciertas prácticas a lo que denominan “sensibilidades contemporáneas”.
Las tradiciones son un vínculo con el pasado y viva realidad en el presente. En España, los espectáculos taurinos, es decir las corridas de toros, han sido durante siglos una manifestación artística y cultural de un enorme impacto y atracción popular.
Estas prácticas no solo representan una forma de entretenimiento, sino que también son una expresión de la identidad regional y nacional. Las corridas de toros y otros espectáculos taurinos son vistas por muchos como una parte esencial de la identidad española. Son eventos por lo tanto que generan una fuerte conexión emocional y cultural.
La tauromaquia se considera un arte que combina la habilidad, la tradición y la pasión. Para muchos, es una forma de expresión que refleja la historia y la cultura de España y sus habitantes.
Estos eventos generan ingresos significativos, no solo a través de la venta de entradas, sino también al impulsar el turismo y las economías locales en las regiones donde se celebran.
Cambiar de país o cultura puede ser una solución viable para quienes no están de acuerdo con ciertas tradiciones. No se puede definir como diversidad cultural el intento de imposición de sistemas de eliminación de parte de la riqueza cultural argumentando que eso enriquece a la sociedad y que es fundamental respetar y entender las prácticas culturales de otros, incluso si no se comparten.
Además de buscar la eliminación de tradiciones, proponen que es más productivo “fomentar un diálogo abierto”, dispuestos a discutir y encontrar un equilibrio entre la preservación de la cultura y un mal entendido respeto por los derechos de los animales.
La cultura española es rica y diversa, y las tradiciones taurinas son solo una parte de este mosaico. Quien no se sienta parte de esa cultura lo tiene muy fácil : cambiar de país. Quizás sea esa la respuesta definitiva a las divergencias culturales; las tradiciones coexisten con las sensibilidades modernas.
Al igual que los espectáculos taurinos, las peleas de gallos tienen una larga historia en España, que se remonta a varios siglos atrás. Se cree que las peleas de gallos se practicaban en España desde el siglo XV, significa que antes de nacer los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, ya existían en España las peleas de gallos. También hay registros de eventos similares en otras culturas antiguas.
Durante los siglos XVI y XVII, las peleas de gallos se convirtieron en un espectáculo popular, dicen que especialmente entre la nobleza y las clases altas, pero no es cierto, pues nada tan del pueblo como criar y ejercitar para la pelea gallos ingleses, como así son conocidos. A lo largo del tiempo, las peleas de gallos fueron reguladas por diversas leyes locales y regionales.
En 2007, el Parlamento de Cataluña prohibió las peleas de gallos, convirtiéndose en la primera comunidad autónoma en hacerlo. Otras regiones siguieron su ejemplo, aunque la prohibición no es uniforme en todo el país.
A pesar de la prohibición en algunas comunidades, las peleas de gallos todavía se siguen realizando de manera clandestina en muchas partes de España, lo que refleja la complejidad de la relación cultural con esta práctica.
La prohibición de las peleas de gallos en España ha sido un proceso gradual. La principal motivación detrás de la prohibición fue la defensa de los derechos de los animales. El pollo tiene derecho a no realizar algo que en él es instintivamente natural, pero carece de aquellos que hacen que les engorden con luz artificial comiendo las veinticuatro horas para ir derechos al sacrificio vil y más tarde a la cazuela o el asador.
Grupos de protección animal argumentaron que las peleas causaban sufrimiento y maltrato a los gallos. El hacinamiento, enclaustramiento, engorde forzado, para más tarde introducidos en una cámara de gas donde se colocan los polluelos; una cámara sellada en la cual se introduce dióxido de carbono para inducir inconsciencia y luego la muerte, no lo clasifican como maltrato animal, no. A eso le llaman bienestar animal.
Grupos como AnimaNaturalis y PETA fueron fundamentales en la campaña para prohibir las peleas de gallos, organizando manifestaciones y concienciando al público sobre el “sufrimiento” de los animales. Algunos partidos políticos especialmente de izquierda y ecologistas, apoyaron la prohibición. El Partido Animalista y Esquerra Republicana de Catalunya fueron vocales en esta causa. Como siempre actuando en contra de la libertad y el respeto a las tradiciones culturales.
La prohibición encontró resistencia en sectores de la población que siempre había sentido esta práctica como parte de su tradición cultural. Los reñideros de gallos siguen existiendo en la clandestinidad y es imposible que los hagan desaparecer por formar parte del arraigo cultural de siglos en familias en las que esta afición se transmite de abuelos a padres, hijos y nietos.
Conclusión: Las peleas de gallos aún se realizan de manera ilegal en varias regiones, lo cual refleja la tensión entre la tradición cultural y eso que llaman “bienestar animal”.
No cambies una cultura que no sientes como propia, mejor podrías plantearte cambiar de lugar de residencia a otro país y así…ser feliz liberado de las atroces tradiciones españolas.


