Álvaro Filgueira. Suite Información.- La entrevista de Sánchez en TVE reabre el debate sobre su estilo político: un historial de promesas incumplidas y giros que erosionan la confianza social.
Una entrevista que refuerza un patrón
Pedro Sánchez acudió a TVE1 con la seguridad de quien domina el escenario mediático. Sonrisa medida, discurso firme y giros argumentales preparados. Sin embargo, más allá de las formas, lo que dejó claro la entrevista fue la consolidación de una marca personal que ya muchos identifican con un mismo patrón: prometer una cosa y hacer la contraria.
Lo que algunos llaman pragmatismo, otros lo califican de incoherencia. Pero la cuestión es clara: en la política española de los últimos años, pocas figuras han cultivado con tanta notoriedad la distancia entre la palabra y la acción.
Del “no es no” al pacto como necesidad
Las hemerotecas son implacables. Sánchez se hizo fuerte con el lema “no es no” frente a Mariano Rajoy, erigiéndose en símbolo de resistencia ante el PP. Poco después, esa firmeza se diluyó al abrir la puerta a pactos con quienes había descartado siquiera sentarse.
La misma dinámica se repitió con las formaciones independentistas: de rechazar acuerdos “imposibles” a normalizar las negociaciones en el Congreso, pasando por indultos y amnistías que en campaña aseguraba no contemplar.
Indultos, amnistía y memoria selectiva
Un caso paradigmático es el de los indultos del procés. En 2019, Sánchez afirmaba con rotundidad que no estaban en su agenda. Dos años después, los defendía como “una decisión necesaria para la convivencia”. La misma transformación se observa con la amnistía, descartada en repetidas ocasiones y hoy convertida en pilar de su estrategia parlamentaria.
Los discursos cambian, las prioridades se reordenan, y cada nuevo contexto se presenta como justificación. Pero lo que queda en el imaginario social es la sensación de que ninguna línea roja lo es realmente.
Fiscalidad, economía y vivienda: promesas en papel mojado
No todo se reduce al terreno político-institucional. En el ámbito económico, Sánchez ha proclamado reiteradamente su compromiso con una reforma fiscal justa que descargue a las rentas más bajas y exija más a las grandes fortunas. En la práctica, los cambios han sido limitados y las desigualdades tributarias persisten.
En materia de vivienda, la promesa de miles de pisos públicos se ha repetido en campaña tras campaña. La realidad es que el acceso a un alquiler asequible sigue siendo una quimera para jóvenes y familias trabajadoras.
Y en cuanto al empleo, los compromisos de estabilidad contrastan con la precariedad estructural que continúa marcando a amplias capas de la sociedad.
Pandemia y gestión sanitaria: del aplauso al desgaste
Durante la pandemia, Sánchez aseguró transparencia y unidad de acción con las comunidades autónomas. Sin embargo, las críticas por la centralización inicial, los vaivenes en las restricciones y la gestión desigual de fondos europeos reflejaron otra vez el desajuste entre palabra y hechos.
Aplaudido en un inicio por su capacidad de comunicación, terminó desgastado por un exceso de anuncios que no siempre se tradujeron en medidas claras.
Consecuencias de la “marca Sánchez”
El problema de fondo no es solo la contradicción política. Es la erosión de la confianza social. Cada promesa incumplida alimenta la desafección ciudadana, refuerza el escepticismo y da argumentos a quienes sostienen que la política no sirve.
Lo que en sus primeros años se interpretaba como capacidad de adaptación, hoy se percibe como un estilo de gobierno basado en la improvisación y la supervivencia.
Entre la flexibilidad y la incoherencia
El propio Sánchez defiende sus giros como actos de responsabilidad: adaptarse a los cambios, escuchar a la ciudadanía, responder a circunstancias imprevistas. Y es cierto que la política exige pragmatismo.
Pero cuando esa flexibilidad se convierte en norma, se transforma en incoherencia. Y en una sociedad saturada de mensajes, lo que perdura no son los matices, sino la sensación de que se gobierna en permanente contradicción.
La factura de gobernar a golpe de giro
La entrevista en TVE1 fue un recordatorio más que una novedad. Sánchez sigue fiel a su estilo: comunicar con firmeza hoy lo contrario de lo que dijo ayer, convencido de que la narrativa puede compensar la falta de coherencia.
El problema es que esa estrategia, que le ha servido para resistir y mantenerse en el poder, tiene un coste. La “marca Sánchez” puede haber garantizado su supervivencia política, pero también ha debilitado la confianza en la palabra pública y ha sembrado dudas sobre la solidez de su proyecto.
En un país que reclama certezas frente a la incertidumbre, gobernar a base de giros constantes puede ser un recurso táctico… pero difícilmente puede convertirse en una estrategia de futuro.