Manuel Recio Abad. suiteinformación.- La Constitución Española de 1978 sanciona en su Artículo 6 lo siguiente: “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
En ninguno de sus artículos se establece que alguien pueda hacerse dueño de un partido, ni que sus afiliados tengan que seguir instrucciones al dictado de quien entiende la democracia como un juego de mesa. Ni siquiera que tengan que aceptar las imposiciones de las mayorías cuando estas no respetan los derechos de las minorías. La elección de los cargos directivos se hace en asambleas y congresos en los que la totalidad de los afiliados tienen derecho a estar presentes o representados. Por lo tanto la responsabilidad del nombramiento de todos los cargos electos cae en la afiliación.
Al entronizarse como secretario general Pedro Sánchez, el número de afiliados del PSOE ascendía a 198.000. Actualmente no llegan a 156.000 afiliados. Los pactos con Bildu, ERC, Podemos y compañía ha supuesto una merma de más de 42.000 afiliados, que han solicitado la baja como tales o directamente han roto el carnet y dejado de pagar sus cuotas. Se calcula que en los últimos ocho años el partido socialista ha menguado su militancia en más de 50.000 afiliados. Sin embargo sigue siendo el partido que más fondos obtiene, pues en 2022 acumuló 84,2 millones de euros; 58,3 de ellos provenientes de fondos públicos y 25,9 de origen privado. Una auténtica lluvia de millones, que bien repartida entre sus militantes acaba por humedecer a todos, convirtiendo al partido en una verdadera central de contratación y distribución de fondos vía salarios y otras prebendas. El Partido Popular obtiene el segundo puesto del ranking, no alcanzando ni la mitad de esa cifra.
El rechazo a la amnistía ha supuesto dentro de la organización un duro revés para sus dirigentes, que han tratado de ocultar por todos los medios, aunque en las redes se hayan podido leer infinidad de mensajes alertando del enfado producido y así ha sido manifestado desde dentro a las altas jerarquías socialistas. Cuando Sánchez ha solicitado apoyo a sus compañeros de partido no le ha respondido ni el 10% de la militancia. Algún engranaje no funciona y los números dos y tres del partido, Montero y Cerdan no ayudan a elevar los decaídos ánimos de los socialistas de carnet.
Se acumulan los escándalos en la mesa de camilla de Moncloa y las citaciones judiciales llegan a diario al buzón. Imputaciones y declaraciones llenan la agenda presidencial y las huidas hacia delante son ostensibles.
Pero… ¿qué está ocurriendo dentro del partido? Se observa un comportamiento poco democrático. Ninguna voz naturalmente discrepante de base. Ningún líder emergente que le cante las cuarenta al autoritario y sobrado secretario general. La foto en la que todos quieren salir impone terror a la pérdida de puesto de trabajo, carguito asesor a dedo o sillón cameral. ¿En qué se ha convertido ese partido que presume de antigüedad, compromiso social y honradez?.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término “SECTA” como una “Comunidad cerrada de carácter espiritual, guiada por un líder que ejerce un poder carismático sobre sus adeptos”. Cuando un partido político paraliza el pulso de sus militantes, se avergüenzan de ser lo que son, aceptan tomar el purgante que sus jefes les administran y ni una sola voz se alza clamando en contra, ese partido o está moribundo o simplemente va camino de convertirse en una secta.