Álvaro Filgueira. suiteinformación.- Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat y símbolo del independentismo catalán, ha demostrado una habilidad para la fuga digna de personajes como El Lute y Santiago Carrillo. Ambos, en su tiempo, se convirtieron en maestros del escapismo, esquivando la justicia en circunstancias que desafiaban la lógica. Hoy, Puigdemont parece haber tomado notas de estos manuales clandestinos, aprovechándose de la pasividad y connivencia del gobierno de Pedro Sánchez, con la colaboración involuntaria o no de las fuerzas de seguridad del Estado y de los Mossos d’Esquadra.
El espejismo en el Arc de Triumf
El truco de magia de Puigdemont comenzó en el Arc de Triomf, donde tras un emotivo discurso, prometió caminar entre la multitud para dirigirse al Parlament, en el que se celebraría la sesión de investidura del candidato socialista Salvador Illa. Sin embargo, lo que parecía un gesto de valentía y compromiso con sus seguidores, resultó ser una maniobra para despistar. Mientras la masa de simpatizantes creía que el líder de Junts estaba avanzando entre ellos, la realidad era que ya había desaparecido del escenario.
Tal como se ha podido comprobar, Puigdemont se escabulló por un corredor alternativo, evitando a la comitiva oficial de Junts que incluía a figuras como Artur Mas, Laura Borràs y el presidente del Parlament, Josep Rull. Este engaño recuerda las hazañas de El Lute, el legendario ladrón español que, en los años 60 y 70, escapaba repetidamente de la policía utilizando su ingenio y conocimiento del terreno. La diferencia, en este caso, es que Puigdemont no actuó solo, sino que contó con la complicidad de un entorno que le permitió desaparecer sin dejar rastro.
La desaparición: Un truco de ilusionismo
El plan de fuga de Puigdemont no habría sido posible sin la cooperación de quienes debían garantizar su detención. Mientras algunos miembros de seguridad animaban a la multitud a despejar el camino para que el «president» avanzara, este ya se encontraba en un coche blanco que le esperaba lejos del bullicio. Los Mossos d’Esquadra, a pesar de haberle seguido hasta la estación del Norte, perdieron su rastro en un momento crucial. Es difícil no recordar las escapadas de Santiago Carrillo, el líder comunista que, disfrazado y bajo identidades falsas, logró evadir la captura durante años durante la dictadura franquista.
Esta fuga, sin embargo, no es solo una cuestión de astucia personal. La permisividad del gobierno de Pedro Sánchez, que ha mostrado una notable tibieza en la persecución de Puigdemont, ha sido fundamental. Si el ejecutivo español hubiera actuado con la firmeza que la situación requería, y si las fuerzas de seguridad estatales y autonómicas hubieran cumplido su deber sin vacilaciones, es probable que Puigdemont no hubiera tenido la oportunidad de realizar su truco de ilusionismo.
La «Operación Jaula» y la pasividad de las autoridades
Mientras el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, y su compañero Matamala reaparecían en el Parlament, el paradero del expresidente seguía siendo una incógnita. A pesar de la llamada «Operación Jaula» desplegada por los Mossos para interceptarlo, Puigdemont ya había desaparecido. El fracaso de esta operación no puede ser visto únicamente como un error táctico, sino como un síntoma de una estrategia política que ha permitido a Puigdemont jugar con las instituciones del Estado.
Es imprescindible recordar que Puigdemont no es el primer político que ha logrado escapar de la justicia, pero sí uno de los pocos que ha contado con un contexto tan favorable para hacerlo. La falta de voluntad política por parte del gobierno de Sánchez, combinada con una gestión ineficaz por parte de las fuerzas de seguridad, ha hecho posible que el líder independentista continúe desafiando al Estado desde la sombra.
En conclusión, Puigdemont ha demostrado ser un astuto aprendiz de personajes como El Lute y Santiago Carrillo, utilizando el caos, la desinformación y la pasividad institucional para su propio beneficio. Sin la complicidad, directa o indirecta, del gobierno central y la inacción de los cuerpos de seguridad, esta historia de fugas y engaños podría haber tenido un desenlace muy diferente. Sin embargo, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, la justicia parece seguir un paso por detrás del expresidente, quien sigue moviéndose en el tablero político con la habilidad de un auténtico maestro del escapismo.