Álvaro Filgueira. Suite Información.-
I. Del “sí” al “no”: el manual de contradicciones
Pedro Sánchez hizo del “no es no” su bandera. Así llegó al liderazgo del PSOE. Pero tras conquistar Ferraz, cada una de sus negativas se transformó en afirmación: no pactaría con Podemos, ni con Bildu, ni concedería amnistía, ni gobernaría con los independentistas. Hoy ha hecho todo eso, y más.
En su modelo de gobierno, decir “sí” o “no” no tiene que ver con principios, sino con el momento. Y cuando alguien le recuerda su palabra, responde con solemnidad: “He cambiado de opinión”.
II. Del mentir al “cambié de opinión”: la posverdad como norma
Pedro Sánchez ha convertido la mentira en una técnica política. No pide disculpas. No admite errores. Simplemente, reconstruye el pasado a su conveniencia, como si cada contradicción fuera evolución y no manipulación.
La mentira, antes un pecado capital en política, ha sido blanqueada como estrategia narrativa. El poder se mantiene no con coherencia, sino con relato. El problema no es que se mienta. Es que ya ni se considera grave.
III. De poner la mano en el fuego a quemarse
Pero esta vez, el relato ya no tapa el incendio. Según la UCO, Pedro Sánchez sabía desde 2020 que había una trama de financiación ilegal en su partido. La trama Koldo-Ábalos-Cerdán, lejos de ser una red marginal, era una estructura integrada en el PSOE y vinculada a la cúpula del Gobierno.
Sánchez prometió que pondría la mano en el fuego por Ábalos. Hoy esa mano está carbonizada. Y con ella, la credibilidad del Ejecutivo y del partido.
IV. Cerdán no dimite: se refugia
Santos Cerdán, número tres del PSOE, uno de los principales señalados en el escándalo, no dimite. No da explicaciones. Simplemente se pasa al Grupo Mixto, como hiciera Ábalos. No asume responsabilidades, pero mantiene sueldo, escaño y aforamiento.
En cualquier empresa privada, esto sería impensable. Si un trabajador está implicado en un escándalo, se le aparta de inmediato. Pero en política, los privilegios blindan la impunidad. Y la Constitución, esa que dice que “todos somos iguales ante la ley”, parece aplicarse a unos más que a otros.
V. Sánchez se va… de baja
Y en medio de la tormenta, Pedro Sánchez se acoge a una baja médica. ¿Por enfermedad? ¿Por estrategia? ¿Por evitar una comparecencia? Nadie lo aclara. Lo que está claro es que ningún presidente europeo lo ha hecho jamás.
Es la versión política del “me cojo la baja hasta que escampe”. Una retirada sin dimisión. Un silencio con nómina. Un truco que en el mundo real sería motivo de despido, pero que en la política española sirve para reorganizar el discurso, victimizarse y volver como mártir.
VI. ¿Regenerar o colapsar?
El PSOE tiene una oportunidad. Pero no con los mismos de siempre. La regeneración real exige un relevo honesto, no una refundación fingida. Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, ha demostrado tener criterio, autonomía y una ética pública incompatible con lo que hoy representa el sanchismo.
García-Page no necesita reinventarse: su coherencia lo precede. Él sí puede ser el punto de partida de un PSOE que vuelva a mirar de frente a sus votantes.
VII. Lo que en Europa no se tolera
Ni la trama, ni la mentira, ni la baja médica pasarían desapercibidas en Francia, Alemania o Portugal. Allí, las dimisiones se producen por dignidad, no por cálculo. Aquí, se producen comunicados con lenguaje emocional y silencios estratégicos.
Mientras Europa exige responsabilidad, en España se reubican diputados, se firman bajas y se construyen excusas. No hay elecciones, no hay dimisiones. Solo hay relato.
El país real no puede coger baja
Los ciudadanos no pueden cogerse una baja cuando estalla un escándalo. No pueden esconderse del jefe ni cambiar de grupo para no rendir cuentas. El país real trabaja, da la cara y responde.
Pero la política española se ha convertido en otra cosa. Una burbuja sin ética, sin consecuencias y sin memoria. Donde el poder se protege entre sí y la justicia tarda lo que convenga.
Pedro Sánchez ha cruzado todos los límites. Y ahora, en lugar de asumirlo, se ausenta. Pero la responsabilidad no prescribe. Ni se cura con descanso.