Repaso, como todos los años, el escalafón de matadores a final de temporada, y como siempre los números de festejos de algunos matadores no coinciden con los méritos contraídos en el ruedo. Nada nuevo bajo el sol, asumido con resignación de aficionado viejo, pero doloroso e injusto con tantos toreros buenos, que mereciendo más, cada dia torean menos.
El caso más sangrante, sostenido por los mercaderes del toreo con total normalidad funcionaria es el de Manzanares. La espiral decadente del alicantino lleva ya unas cuantas temporadas siendo algo más que palpable, un secreto a voces, que se ve reflejado desgraciadamente en la plaza. Cuarenta tardes, que pudieron ser más, en cosos de categoría, muchos de ellos acompañando sin competencia a Castella y Roca, paseando su elegante figura con escasos argumentos artísticos. Me dirán que aún lleva gente a la taquilla; permítanme que tenga mis dudas, es un torero amortizado y cotizando a la baja. Ha toreado las mismas tardes que Borja Jiménez, uno de los toreros de la temporada, con evidentemente otros resultados que el de Espartinas. Y cinco tardes más, por ejemplo, que Emilio de Justo, en una excelente temporada del extremeño.
Y no me quiero ir sin mencionar a Cayetano, que con veinte tardes, después de su «arrollador* paso por Sevilla, Madrid y Pamplona y perdiendo festejos por lesiones y percances, supera en cuatro a Fernando Adrián, el torero con más puertas grandes por festejo toreado del escalafón.
Revisen ustedes las estadísticas y resultados de la temporada y saquen sus propias conclusiones. No es bueno para la Fiesta pero es muy lucrativo para los cuatro que viven de ella. Los méritos de despacho nos están privando de una gran camada de toreros, recuperados y jóvenes, que pueden levantar el toreo y quizás nos hagan recordar pasiones perdidas.
Me quito las gafas, no vaya a ser que me las partan como a alguno en Sevilla, y me voy a descansar. Siempre soy optimista pero muchas cosas tienen que cambiar.