Han terminado las fiestas de San Fermín, pero en La Tierra del Toro queremos completar nuestro “Especial Corredores del Encierro“ charlando con una de las personas más reconocidas en el encierro de Pamplona y en el resto de cuantos se celebran a lo largo y ancho de nuestro país. Como culminación a esta serie de entrevistas especiales con algunos de los corredores más icónicos del encierro de Pamplona, hemos podido hablar con David Úbeda, uno de los mozos más reconocidos de la calle Estafeta, donde lleva 29 años corriendo con su inseparable gorra delante de los toros.
David, ¿cómo fueron tus comienzos en el mundo de los encierros? ¿Desde cuándo llevas corriendo en Pamplona?
La afición empezó cuando era muy pequeño. Yo soy de Hellín, un pueblo de Albacete, y cuando era muy pequeño mi padre me llevaba a Elche de la Sierra -la cuna de los encierros de la Sierra del Segura-, me cogía de la mano, me subía a una reja y desde ahí veía pasar el encierro. Poco a poco fui bajando, fui acercándome un poco más hasta que cumplí 14 años y me arrimaba un poco más. Con 16 o 17 años ya me conocía todos los pueblos de la sierra, ya había ido a todos los encierros y conocía a mucha gente de por allí y tenía muchas inquietudes, una de ellas la de conocer los encierros de San Fermín, que para mí siempre ha sido la “Catedral de los Encierros” y tenía muchas ganas de verlo. Entonces decidí convencer a mis amigos para ir a Pamplona, y de eso hace ahora 29 años. Cogimos una mochila, nos subimos a un autobús y sin saber muy bien dónde íbamos, porque entonces no había redes sociales como ahora, llegamos allí sin saber dónde ir porque no te teníamos sitio para quedarnos, pero la ilusión podía con todo. Dejamos las mochilas en una consigna de la estación de autobus y las recogimos a los dos o tres días para cambiarnos. Y así fueron mis primeros momentos en este mundo de los encierros. Con este han sido 29 años en Pamplona y espero que sean muchos más.
- ¿Qué significa para ti correr en San Fermín?
Correr en Pamplona siempre ha sido algo muy especial. El que lo ha probado ha conseguido vivir ese momento en el que hay mucho miedo, mucha tensión, mucha intensidad, mucha velocidad…Es un encierro muy peligroso, en el que se mezclan muchas sensaciones: de orgullo, de vanidad, de envidia de ver a otros, de egoísmo por querer ser tú y no el otro, pero también hay mucha amistad, mucho compañerismo, reconocimiento y alegría por las carreras del otro. El encierro de Pamplona ha ido cambiando con el paso de los años y en cierta manera se ha ido desvirtuando. La elegancia y el compañerismo que había cuando yo empecé, no la hay ahora. En estos momentos hay una lucha feroz por conseguir correr y lo peor de todo es que ya parece que la gente busca esa carrera cueste lo que cueste, dando igual lo que hay al lado. El braceo en cierta manera puede llegar a ser entendible, pero los empujones y agarrones están desvirtuando el encierro.
También ahora son encierros muy similares. Excepto alguna ganadería, da un poco de pena, porque son repeticiones de encierros. No hay la emoción que había antes, de toros sueltos, toros que se vuelven en mitad de la Estafeta, toros caídos, cogidas…todo este tipo de cosas que, yo por supuesto no le deseo el mal a nadie, pero sí que sean encierros más vistosos o que dieran algo más de juego.
- ¿Vale la pena el sacrificio con lo que te aporta?
Para mí el sentimiento del encierro desde un principio hasta ahora ha ido cambiando, evidentemente. Poco a poco las facultades se van mermando y físicamente ya no estás igual que hace 20 años y también las expectativas son menores. Yo ahora, de los 5 o 6 días que estoy allí, me conformo con hacer 2 o 3 días una carrera en la que salga satisfecho y que sobre todo no te lleves ningún golpe. Cuando estás ahí dentro no lo piensas tan fríamente y quieres tirarte y jugártela, pero luego las consecuencias son las que son y cada vez las valoras más. Ahora hay más responsabilidad que cuando eres un chaval de 17 años como mi caso la primera vez que fui, que no le das la importancia si te caes o te haces daño o no, pero yo tengo ahora unas responsabilidades laborales importantes, tengo dos niños -de 3 y 8 años- y una mujer. Y ya me he visto en situaciones de caerme y lesionarme unos meses, lo que supone un trastorno familiar importante. Entonces cada vez se ponen más en la balanza este tipo de cosas, pero siempre pasa lo mismo. Cuando estás ahí dentro lo que quieres es meterte y coges cabeza para disfrutar. No te da tiempo a ser tan racional y pensar tanto en las consecuencias, pero poco a poco sí que se van relajando esa intensidad y esas ganas, o ese estrés por disfrutar del toro.
- ¿Cuál es el mejor recuerdo que tienes de todos estos años corriendo en Pamplona? Ese que siempre te vuelve a la mente y que sigues saboreando con el paso del tiempo. ¿Y el peor?
Recuerdos tengo infinidad. Tanto dentro como fuera del encierro, de todos estos años me llevo muchos “momenticos”. Por destacar los peores, aquellos que he salido en camilla. He tenido muchos golpes, muchas cogidas, aunque nunca heridas por asta de toro. Pero la que más me ha marcado y ha sido el punto de inflexión en mi forma de correr ha sido la cogida de 2019 con Fuente Ymbro, en la que a mí me atropelló un toro y al que estaba al lado mío le rajó el brazo, pero las consecuencias fueron peores cuando caí al suelo y me piso tanto el toro como luego el cabestro. Estuve seis meses que no pude correr y eso marcó ese punto de inflexión que me hizo plantearme si merecía la pena. Pero al final ves otra vez esos vídeos, esas repeticiones de los encierros y te sale ese veneno que tenemos dentro de volver a la calle y de querer volver a hacerlo bien. Ese recuerdo negativo sigue compensando lo que hacemos, porque nos gusta, porque es nuestra pasión. El verano sin los ‘Sanfermines’ no es tan verano. El no sentir esa emoción y esa intensidad año tras año es algo que echaría mucho en falta. Que llegará algún día… Probablemente. Pero espero que sea dentro de mucho tiempo.
Dentro de los mejores recuerdos que tengo no se me va a olvidar nunca el primer encierro. Prácticamente no vi a los toros. Fue una sensación, con una explosión de adrenalina impresionante. Incluso llegué a la plaza de toros, solo, perdido…iba con tres amigos y cuando nos encontramos en el centro del ruedo nos dimos un abrazo y fue esa sensación como que habíamos sobrevivido a los ‘Sanfermines’. Era nuestro sueño con 17 años el de correr en Pamplona y lo habíamos cumplido y haber salido vivos. 29 años después me sigo emocionando y sigo pasando tanto miedo como antes, y sigo disfrutando de los encierros y alegrándome de las carreras de los demás.