Esta es la fiesta que nos quieren vender. Desguace ganadero ayuno de casta brava, sin fondo para sacar esa nobleza angelical que tanto aplauden, vergonzoso simulacro de caballería y soporífero acto de tres horas. Esta verbena a plaza llena no la salvan ni los insufribles voceros del Onetoro. Luego dirán los maestros que la escogida corrida no servía; en el pecado llevan la penitencia.
A Morante no le sirvió ninguno, aunque en el cuarto hizo esfuerzo de querer. Me gustó Castella en su primero, firme como un junco y con un valor seco, se inventó una faena que muchos no esperábamos. Roca Rey cortó una oreja del sobrero tercero, el mejor presentado de la tarde, pero no recuerdo ni un muletazo.
Lo mejor de la función fue la merienda que nos metimos entre pecho y espalda. Al mal tiempo, bien de jamón y vino: el queso estaba de Puerta del Príncipe.
Nos tendremos que acostumbrar, de estas nos esperan unas cuantas. Si el paradigma ganadero es Matilla nos quedan dos telediarios. Vaya queso, mañana lo sufriré.