REDACCION. Manolo Recio. suiteinformación.- En el crisol taurino caben muchas sensaciones, infinitas diría yo. Un recipiente en el que se recogen alegrías, miedos y tristezas que nacen y mueren en décimas de segundo. Un mundo de actividad curioso donde la economía se funde con el arte resultando de ello una multitud de evocaciones. Demasiados vectores con distintos intereses; el empresario y su taquilla, el ganadero y su toro, el torero y su arte, el público y su afición…. Son vectores paralelos que en un minuto concreto, el inicio de la corrida, con el paseíllo, tienen forzosamente que converger en el caso de que el empresario haya elegido bien su cartel, el ganadero haya criado buenas reses para la lidia, el torero tenga buena disposición y conocimientos y el público acuda con cierto hormigueo en el estómago. Cuando todos estos segmentos de recta confluyen en un mismo punto se obra el milagro y algo humano se torna en divino. Por desgracia pocas veces ocurre esto. Por eso hay que tener constancia en su búsqueda. La tauromaquia es imperfecta, caprichosa, cambiante y peligrosa en su desarrollo. Esta temporada está resultando especialmente sangrienta. Tendríamos que entrar en el juego de las estadísticas causales para dar explicación lógica a esta realidad. Los toros cogen; es su obligación en su acción instintiva de defender su integridad y su vida. Los toreros se equivocan y resultan cogidos al exponer optando por la suerte errónea de entre las posibles. Morante de la Puebla, Cayetano, Roca Rey, Duran, Garrido, El Cordobés, El Fandi, Urdiales, Luque, Parejo, Aguado, de Miranda…y algunos más; todos han resultado cogidos de mayor o menor gravedad. Estamos ante una durísima profesión. Tan dura como injusta y en la que el éxito viene de la mano de insondables circunstancias y el fracaso de la del olvido.
Es urgente reactivar el escalafón, que incluyendo a ciento treinta matadores de toros, solo una cuarta parte de ellos son los elegidos. Los carteles se conforman con treinta matadores tomados de tres en tres. Los mismos carteles se repiten en cada feria, provocando la falta de interés en el aficionado que en silencio pide nuevos valores, más variedad en los carteles, precios más asequibles y pique sano entre toreros. Demasiados vectores a confluir mientras se seguirá haciendo patente el aserto que afirma que el hombre propone, Dios dispone y el toro descompone. MR