
Las despedidas, no las quiere nadie, ni el que se despide, ni los que despiden al que se despide. Pero en esta vida, todo tiene un principio y un final. Nada es infinito, y nada es para siempre. El Juli se despedía de Madrid tras 25 años de alternativa. Pero Madrid no es una plaza más, ni una afición cualquiera. Con lo cual, desde el principio hasta el final, las emociones estuvieron siempre presentes, con un torero que hacía su cuarenta y nueve paseíllo en Las Ventas y que se marchó en hombros por la calle de Alcalá.
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