Felipe De Jesús Estrada Ramírez
Manuel Domínguez
Un 6 de abril pero de 1886
Falleció en Sevilla
“Desperdicios”…
“Cuenta la tradición, que no merece
mucha fe en este caso, que a una frase
del gran rondeño Pedro Romero
debe su apodo Domínguez. Enjuiciando
sus disposiciones para el toreo, dijo el maestro:
“Este muchacho no tiene desperdicio”.
La otra versión es que al sufrir
una tremenda cornada en un ojo
toreando en El Puerto, y vaciado su cuenca,
se arrancó de la cara el colgajo,
diciendo, “fuera desperdicios…”
Cossio.
Hagamos de la
temporada 2024
el Año más Taurino…
«La Tauromaquia
es la pasión que nos une…
Felipe de Jesús Estrada Ramírez
Cronista de la Ciudad.
(Bibliografía al final del texto)
La muerte de Manuel Domínguez “Desperdicios” fue muy sentida y concurridísimo su entierro, en el que llevaron a hombros el féretro los diestros Chicorro, Cara-Ancha, Marinero y el Espartero, y fue presidido por el Gordito, el Tato y Currito. Abrió la Puerta Grande de la Gloria Eterna en Sevilla el 6 de abril de 1886… A Manuel Domínguez se le atribuye la invención del farol, que recuperó y restauró y el toreo de rodillas. Fue, además de un torero valiente, buen torero con el capote y certero en la suerte suprema…
Manuel Domínguez Campos, conocido en el Mundo Taurino como «Desperdicios» nació en Gelves, Sevilla el 27 de febrero de1816. Su padre falleció un mes y una semana antes de venir al mundo Manuel Domínguez. Por mediación de su tío materno, Francisco de Paula Campos, capellán de las monjas de la Paz, estudió con los jesuitas y recibió la mejor educación posible en esa época y estuvo a punto de ingresar en la Universidad sevillana, pero la muerte de su tío lo impidió. Aprendió luego el oficio de sombrerero por insistencia de su madre pero más adelante, se aficionó a los toros tras acudir, a partir de su fundación en 1831, a la Escuela de Tauromaquia de Sevilla que dirigía Pedro Romero… Consiguió una plaza de alumno supernumerario en la escuela, aprovechando las lecciones de los maestros Pedro Romero y Cándido, logrando la admiración de sus condiscípulos, hasta que cerró la Escuela. Manuel Domínguez actuó como banderillero en Sevilla, en 1834, en las cuadrillas de Juan León, Antonio Ruiz, el Sombrerero, y Manuel Lucas. En 1835 alternó su labor como banderillero con otras, como medio espada. Tomó la alternativa en Zafra, Badajoz en 1836, alternando con Juan León y Luis Rodríguez. En una carta autobiográfica, el propio torero narró el objetivo del doctorado: “Esta alternativa se me dio, no tan sólo porque me hallaron capaz para ella, sino que era para ir de segundo con el señor Luis Rodríguez a Montevideo; mas como éste no fue, fui yo de primero, llevando a Manuel Macías ´el Cherrime´ de segundo”. Hay la versión que el motivo del viaje fue por un incidente en el que un pariente muy cercano del torero asesinó a un banderillero apodado Clarito, Manuel Domínguez decidió apoyarlo y poner océano de por medio: Estaba la fragata Eolo por zarpar para América a Montevideo Uruguay, llevando a bordo a una cuadrilla de toreros, y Fabre picador, amigo y pariente del torero, con el mayor sigilo y con gran riesgo, logró poner a bordo a Domínguez y a su pariente el autor del homicidio y partieron para América sin haber sido condenados por el crimen. En Montevideo y Buenos Aires permaneció diecisiete años. Quince corridas llevaba toreadas de las veinticuatro contratadas cuando a los cuatro meses de llegar estalló la guerra civil entre los aspirantes a la presidencia de la República, Rivero y Oribe. Se vio enrolado en la milicia, en las filas de Frutos Rivero. En 1840 toreó en Río de Janeiro, con motivo de la entronización de Pedro II como emperador de Brasil. De regreso a Buenos Aires, no logró autorización para organizar corridas, de manera que, al encontrarse sin recursos, vivió unos años con carencias y dramáticos… Fue militar en la República de Montevideo, torero en Río de Janeiro, guajiro en Buenos Aires, bravo con los bravos matones de aquella tierra, mayoral de negrada, cabecilla de gente de campo contra indios feroces e industrial traficante… Regresó a España en mayo de 1852. Visitó a Cúchares con idea de retomar su carrera de torero, pero éste le recomendó que toreara por los pueblos. Asociado a Antonio Conde torea el mismo otoño de 1852 en Sevilla. Había evolucionado el toreo durante los dieciséis años de la ausencia de Manuel Domínguez Desperdicios, siendo los exponentes y figuras del momento Montes y Cúchares. El toreo parado y seco de Domínguez, y especialmente su valor para recibir los toros, impresionaron al público, no acostumbrado a tan austero estilo, y pronto tuvo partidarios su manera de torear, en contraposición con la escuela de Cúchares. Se presentó en Madrid el 10 de octubre de 1853. El Salamanquino tomó nueva Alternativa o de confirmación, si se tiene en cuenta la que diecisiete años antes había tomado en Zafra, de manos de Cayetano Sanz y como testigo Lavi. No gustó en esta corrida… El 25 de septiembre de 1853, en la Maestranza, mató seis toros de certeras estocadas… En 1855, toreó por primera vez con una rodilla en tierra en Lisboa y Sevilla. Respecto a sus actuaciones madrileñas de 1856, en la revista El Enano se escribió: “Domínguez está cogido a cada paso, porque su mucho valor lo lleva a un terreno donde se necesitan facultades para salir con lucimiento y sin exposición de la cabeza de los toros; y como él no las tiene, sale arrollado y necesita tomar guarida, que es cosa muy fea en un espada”. Torea en Madrid hasta 1856, con mayor suerte y repitió en seis ocasiones.
El 1 de junio de 1857 toreó en El Puerto de Santa María ocurriendo el suceso que marcaría la vida de Desperdicios… Durante la lidia del toro Barrabás, de la ganadería Pérez de la Concha, Manuel Domínguez después de dos pases naturales y de escupírsele el toro, el diestro dio un volapié algo trasero y el toro revolviéndose de pronto, cogió al diestro, dándole una cornada en el costado derecho, le recogió con otra en el izquierdo y le volvió a recoger, “echándole fuera un ojo”. Fue junto a la barrera y Barrabás le enganchó un asta en la mandíbula y, así ensartado, lo paseó por un tercio de la plaza… Lejos de arredarse, el matador dio gran muestra de valor y tras varios minutos contemplando su ojo desprendido exclamó: «Fuera desperdicios». Y prosiguió con la faena hasta matar a Barrabás que le dejó tuerto por el resto de sus días… El percance, que creyeron mortal de necesidad y que causó un gran impacto entre los aficionados lejos de alejarlo de los ruedos le permitió tomar un segundo aire y noventa días después de la cogida toreó en Málaga, imponiendo a la empresa que los toros debían ser de la ganadería de Concha y Sierra la misma de donde provenía Barrabás. Ya sin un ojo y con los padecimientos de un vicio humoral, que corroían sus articulaciones e hicieron más daño en sus piernas, Desperdicios hizo una faena memorable donde con la espada hizo un pequeño círculo y ahí esperó estático a uno de los toros de quienes decía Juan León que eran “la ira de Dios en un pellejo”; volteó la plaza donde los aficionados asombrados vieron recibir al imponente toro dándole las tablas y cubriéndole la querencia con alentada resolución… El siguiente año fue de los más brillantes de su carrera, toreó mucho y alternó con todas las figuras del momento. Su carrera se extendió, como mínimo, hasta 1877, los últimos años comenzó la decadencia. El 29 de mayo de 1871 actuó por última vez en Madrid, una plaza donde nunca pudo triunfar. Antes y después de la cornada de El Puerto, Desperdicios sufrió otras cornadas de consideración. Los médicos le recomiendan el reposo más absoluto, debido a una enfermedad humoral que le afectó principalmente a las articulaciones de las piernas, pero Domínguez se niega a obedecer y sigue toreando. Torea en Sevilla por última vez el 17 de mayo de 1874 con graves carencias.
Abrió la Puerta Grande de la Gloria Eterna en Sevilla el 6 de abril de 1886. Su muerte fue muy sentida y concurridísimo su entierro, en el que llevaron a hombros el féretro los diestros Chicorro, Cara-Ancha, Marinero y el Espartero, y fue presidido por el Gordito, el Tato y Currito…
Las reglas del toreo según «Desperdicios»
1- El cobarde no es hombre y para el toreo se necesitan hombres.
2- Más cogidas da el miedo que los toros.
3- La honra del matador se encuentra en no huir ni correr jamás delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos.
4- El espada no debe nunca saltar la barrera después de presentarse el toro, porque esto es ya caso vergonzoso.
5- Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada, que el toro ciega al embestir y con un nada se evita el derrote.
6- El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros debe matar o morir antes que volver la espalda o achicarse.
7- Parar los pies y dejarse coger: éste es el modo en que los toros se asientan y se descubren para matarlos.
8- Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que al revés.