Contaba el Pasmo de Triana que un día, antes de torear en Madrid, su mozo de espadas le colocó en los pies unas vendas que no estaban muy limpias. Juan Belmonte se lo reprochó: “Antoñito, quítame estas vendas y ponme otras más limpias”.
Pero Antoñito respondió: “Cállate, y déjame a mí. Yo sé lo que hago. Estas vendas te darán suerte”. Juan Belmonte no le llevó la contraria y logró un gran triunfo en Madrid. Al quitarle el traje de luces, su mozo estaba loco de alegría: “¿Lo ves? ¡Son las vendas de la suerte!“
En las corridas siguientes, Juan Belmonte no se atrevió a rechazar esas mismas vendas que su mozo le seguía poniendo y que cada vez estaban más sucias. Al poco tiempo, un toro de Santa Coloma cogió a Juan Belmonte y le infirió una grave cornada en el muslo. Camino de la enfermería, sangrando por el callejón, Juan Belmonte vio a su mozo de espadas corriendo por la barrera cerca de él y le gritó: “¡Antoñito! ¡Mira para lo que sirven tus cochinas vendas!”.