Manuel Recio Abad, suiteinformación.– Solo pronunciar su nombre provoca admiración y respeto a partes iguales. Se ha escrito y dicho de él todo cuanto un personaje de su talla puede arrancar del conocimiento y la expresión sobre un mito de la historia del toreo. Manolete fue como toreaba: intimista, sencillo, elegante y con un amor propio único, reconocido por todos. El toro “Islero” del hierro de Miura se lo arrebató a su generación a la edad de 30 años. Quienes le vieron dentro y fuera de la plaza le atribuyen signos de grandeza indiscutible. Su forma de ser, su saber estar, de vestir, de vivir, de querer y….de torear.
Muchas anécdotas se le atribuyen, ayudando así a los aficionados a mantener imperecedero su recuerdo. Fue el primero en utilizar el estoque simulado o ayuda en la faena de muleta. Sucedió en La Línea de la Concepción. La muñeca de la mano derecha estaba lesionada y carente de fuerza para mover correctamente la muleta montada con el estoque. Solicitó permiso al presidente para usar un estoque simulado de menor peso que el auténtico y se le concedió. Juan Belmonte, diez años antes utilizó un fino bastón de bambú por la misma causa. Hoy todos los matadores hacen uso de la ayuda, pues fue una aportación lógica que facilita enormemente las suertes en el tercio de muleta.
También fue un adelantado en las cosas del amor en la España nacional católica, en la que saltarse las normas suponía un pecado imperdonable. Se enamoró de la actriz Lupe Sino y vivió en su compañía una gran historia de amor durante cuatro años. Su cogida y muerte le impidió contraer el matrimonio, previsto para el mes de octubre a celebrar en Barcelona.
Desde muy pequeño Manolete fue mi ídolo, mi referente como torero. Recuerdo el busto en lugar bien visible que de él había en la taberna de Vicente “El Traga” en Sevilla. Impresionaba mirarlo. Lo mismo que el respeto y admiración que todos mostraban al nombrarle. Fue un torero que marcó una época, durante años difíciles de reencuentros, perdones, olvidos y hambre, mucha hambre y de manifiestas incomprensiones. Por eso en México se sentía feliz, cantaba y reía en compañía de Carlos Arruza, a quien no pude conocer pero si a su hermano Pepe, quien me contó innumerables anécdotas de ambas figuras. En uno de nuestros encuentros me refirió lo siguiente: “Mi hermano Carlos y Manolete eran íntimos, pero su verdadero y gran amigo fue Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” por quien Manolete sentía una enorme admiración” y quien siempre le apoyó en su decisión sentimental.
Lupe le llamaba cariñosamente y en la intimidad , “manito” y Manolete a ella “mamita”. Cuando moribundo tras la cornada mortal de Linares, el diestro sólo repetía la palabra “mamita”, su apoderado Don José Flores “Cámara” entendió que se refería a su madre, cuando en verdad estaba llamando al amor de sus amores, quien no llegó a despedirse de él al impedírselo el entorno del torero, los más cercanos, dicen que por temor a la posible celebración de un enlace matrimonial “in extremis” o en artículo de muerte. No pueden contraer matrimonio los que se hallaren ligados por vínculo matrimonial no disuelto. Lupe Sino había contraído un matrimonio anterior. Durante la Guerra Civil, en Octubre de 1.937, con 20 años, se casó con el militar mexicano Antonio Verardini Díez-Ferreti, Jefe del Estado Mayor del IV Ejército de Cipriano Mera. ¿Estaba ese matrimonio disuelto en ese momento? ¿Pendiente de sentencia de divorcio? No he podido encontrar ninguna referencia al respecto. Luis Miguel Dominguín lo contaba así: «Camará y Álvaro Domecq tomaron esta decisión por temor a que el torero hubiera querido casarse con ella “in articulo mortis”» Un despropósito absoluto pues Manuel falleció con la pena y el dolor añadido de no darse un último adiós.
Pocos han toreado como Manuel Rodríguez “Manolete” despacio, erguido, serio, primoroso con el capote, poniendo la franela en su sitio al citar, sin toques y sin adelantar la punta de la muleta. Certero con el estoque, entrando a matar lento y por derecho. Ahí están una infinidad de tomas e imágenes de sus actuaciones en España y México, donde puede comprobarse su concepto del toreo distinto y personal.
Los maestros José Ramos Celares y Pedro Orozco González, compusieron el icónico pasodoble «Manolete», una verdadera obra maestra de la música taurina que nos trae un recuerdo imperecedero de él , cada vez que suena interpretado por todas las bandas de música en todos los cosos del mundo.
En la celebración del setenta y siete aniversario de su muerte, he querido dejar este pequeño homenaje y mi testimonio de admiración por siempre, de quien tanto aportó a las efemérides de la tauromaquia universal: Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, siempre vivo en la memoria de los buenos aficionados.