Jesús Javier Corpas Mauleón. suiteinformación.- Salvador Santoyo (silencio tras tres avisos); Pablo Hermoso de Mendoza (dos orejas y rabo y oreja); Octavio García “El Payo” (silencio y oreja); Luis Ignacio Escobero (silencio y silencio); y Héctor Daza “El Teziuteco” (silencio tras aviso).
Novillos de Cerro Gordo (1) y Progreso San Mateo (7) y toros de Marrón (2 y 4), Jaral de Peñas (3) y Progreso de San Mateo (5 y 6).
Pablo Hermoso de Mendoza quedó inmortalizado antes del festejo con una placa en una de las paredes del patio de caballos por el Ayuntamiento.
Después consiguió ese número redondo tras una faena de belleza y emoción en la que, a pesar de lo reducido del ruedo, los caballos brillaron a un extraordinario nivel de la mano del jinete, quien por otra parte estuvo acertado en todas las acciones, embroques y reuniones. Una labor que comenzó a cimentar con Portobelo, quien fue dejó al toro templado y suave para que Navegante galopase a dos pistas y aguantase una barbaridad en dos banderillas al quiebro que levantaron al público. Ilusión puso el remate al tercio central galopando con el toro cosido al estribo, siempre metiendo la cara y dando verdad a cada uno de los embroques. Con Generoso, Pablo colocó una rueda de cortas, en los escasos terreros que el toro dejaba entre él y tablas, que alargó con una rosa. Cuando el rejonazo final entró hasta la bola y este
buen Floricultor rodó sin puntilla, el público se entregó en la petición de rabo.
El segundo toro que lidió Hermoso de Mendoza resultó áspero y con un peligro más sordo que su hermano. Pablo lo lidió de salida a lomos del novato Pachuli con quien dejó dos buenos rejones de castigo. En banderillas lució Nairobi, pero ajustó demasiado y en la segunda resultó con un corte en la piel. Aún así el caballo estuvo torero y llevó a la res de costado en varias facetas de la lidia. Orfeo citó con vistosas elevadas para llegar hasta la misma cara del toro y salir airoso de las reuniones. Muy cerrado se quedó el toro para el tercio final, donde Justiciero arriesgó muchísimo en cortas y en un par a dos manos sin espacio. Igual sucedió con el rejón de muerte que entró pero no partió la madera, aunque sí acabó con el toro al primer intento.