Manuel Recio Abad. suiteinformación.- La forma actual conocida del toreo a pie nació sobre 1723. Ese año el rey Felipe V prohibió a los nobles torear, lo cual hacían a caballo. El pueblo llano ya gustaba de ver toros y entonces por su cuenta, la gente modesta empezó a hacerlo a pie, en plazas cerradas,provocando el entusiasmo y la afición del gran público por esta novedosa actividad. Estamos cumpliendo por tanto tres siglos e iniciando el cuarto, de algo que siendo genuinamente español, ha sido, a través de nuestra cultura más popular, exportado a otros países.
El pasodoble es más antiguo que la propia Fiesta, pues nace en 1533 y se convierte en esencial e imposible de entenderse sin oír sus partituras durante la celebración de la corrida de toros.
Dos siglos antes de iniciarse el toreo a pie, ya existían estas bellas y rítmicas composiciones musicales.
Esto es demostración de que la Tauromaquia asume como propio todo aquello que asiste y complementa el arte de torear.
¿Por qué no seguir haciéndolo hoy en día?. La disposición a actualizar esos elementos parciales del todo taurino que han quedado obsoletos o demasiado rancios, debe ser rotunda y decidida en favor de mantener viva y perpetuar esta extraordinaria muestra de arte y dominio.
El público aficionado que acude en la actualidad a disfrutar de los espectáculos taurinos en nada se asemejan a aquellos coetáneos de Pedro Romero, Costillares y Pepe-Hillo. También podríamos afirmar con una simple comparación que quienes hoy piden trofeos en las plazas, nada tienen que ver con los de hace cien o incluso cincuenta años.
No es cuestión de afición ni de formación en cuanto a conocimiento taurino. Sencillamente cambian los gustos y se modifican tendencias, ante la evolución que crean los propios protagonistas en el ruedo.
Pero tres siglos de experiencias dan para mucho. Se han corregido fallos y errores que quizá se mantuvieran durante muchos años en la suma de actuaciones que forzosamente han de darse en la celebración de una corrida de toros. Los vestidos de torear, capotes y muletas, banderillas, puyas, petos…. han sufrido muchas alteraciones hasta llegar a lo que actualmente está reglamentado. Nuevas suertes nacen para permanecer: la manoletina, la arrucina, la luquesina, pases que se consolidan y sirven para adornarse con dominio y valentía, rematando las tandas y faenas de muleta.
Todo cambia y evoluciona y esta actividad también deberá hacerlo, manteniendo, como es lógico, todo aquello que durante trescientos años se ha mostrado válido, necesario, efectivo e inalterable para la lidia y muerte del toro bravo a manos del hombre. Si se lidiara hoy al modo de la civilización minoica estaríamos sólo ante un concurso de recortes o algo parecido a la acción de un grupo de aficionados portugueses, los llamados forcados , haciendo su pega.
La forma de torear hoy en casi nada se asemeja a las de principio del siglo XX. Se exige al matador construir un toreo en redondo, de mano baja, templando la embestida y llevándolo muy despacio, embarcado en la muleta y quedarse colocado para el siguiente pase. Pero…todos los toros se prestan a ello?.
No estamos ante una actividad de carácter deportivo, pero no vendría mal adaptar ciertas formas y maneras de actuación de sus federaciones. El toreo y sus actores precisan de una continua renovación. El matador no puede ser sólo un acertado producto de marketing utilizado para alcanzar los más altos niveles de facturación posibles. Es mucho más, necesita competir y esa actividad en lo taurino se ha quedado desfasada. La labor ingente y costosa de descubrir, enseñar y apoyar nuevos valores se diluye cuando una vez tomada la alternativa, se les sienta en un banquillo imaginario, sin opciones de medirse con los maestros del exclusivo grupo A. ¿Cuántos buenos matadores, potenciales figuras, se malogran por falta de actividad durante la temporada?
Confundir un cartel rematado con una póliza de seguros del cartel de “no hay billetes” es un grave error. A veces ni tres figuras del grupo A consiguen que las localidades se agoten. En otros tiempos lo consiguieron Manuel Rodríguez “Manolete”, Manuel Benitez “El Cordobés” y hoy lo hace Andres Roca Rey. El líder tiene la obligación de competir, de no dejarse ganar la pelea delante del toro, da igual los otros compañeros que complementen la terna. Si se trata de tres figuras actuantes en un mismo cartel, es humano esperar a que por la puerta de toriles, salga el toro ideal. Pocos espectáculos más aburridos que aquellos en los que los toros se paran, están escasos de fuerzas, embisten con la cara arriba y medias arrancadas y….tres figuras al frente. Con suerte se podrán contemplar algunos buenos detalles sueltos. Toros que las figuras no aprovechan, son bien aprovechados por matadores modestos en busca de su gloria.
Confórmense carteles heterogéneos, generadores de emoción, con la diversión y el riesgo que aportan los que aún no son, pero desean llegar a ser.
Abandonemos la indolente forma de cerrar las ferias importantes meses antes del inicio de temporada. Olviden los empresarios esa política insensible del torero suplente sometido a un injustificado olvido, que nunca juega y chupando banquillo acaba por abandonar o tomar la determinación de vestirse de plata.
Larga vida por siglos a una tauromaquia decidida y valiente, capaz de renovarse.