- El 22 de febrero se cumplen 125 años del nacimiento del genio de Calanda
- Entre sus proyectos fallidos se encuentran algunas de las obras literarias más famosas del siglo XX
Si hay un director que puede considerarse una isla dentro de la historia de cine es Luis Buñuel. Cualquier intento de ligarle a otro referente está condenado al fracaso porque su talento parece venir de ningún lado y no dejó herederos. Incluso -aunque es imposible discernir la broma de la seriedad en Buñuel- despreció su propio legado afirmando que “ver todas sus películas arder” le traía sin cuidado.
Sus coetáneos le admiraron sin reserva. Luchino Visconti le consideraba “el único director capar de contar algo realmente nuevo interesante” y Andrei Takovski le colocaba como uno de los “pocos genios del cine” y un “género en sí mismo”.
Pese a su estatus de genio creativo, ganado desde su debut con Un perro andaluz, su carrera fue una continua lucha por lograr financiación para hacer películas. No empezó a hacerlo con regularidad hasta los 46 años, a través de bajos presupuestos en el cine mexicano de los que supo extraer oro. Ya con 60, mimado por la emergente cinefilia mundial y los festivales de cine, su carrera entró en una fase más estable. Pero, como cualquier director longevo, el de Calanda dejó una larga lista de proyectos inconclusos entre los que se encuentran algunas de las obras literarias más famosas del siglo XX.
La casa de Bernarda Alba
Buñuel idolatraba a Federico García Lorca al que consideraba «el primero» de «todos los seres vivos que había conocido» ya que, más allá de su teatro y poesía, «la obra maestra era él». Siempre contradictorio, en su tardía autobiografía Mi último suspiro escribió que su admiración hacia el teatro de Lorca era más bien «escasa», aunque durante su carrera mostró claro interés en adaptar La casa de Bernarda Alba, que consideraba «muy cinematográfica».
En 1946, la productora Denise Tual le ofreció a Buñuel dirigirla pero se encontró con dificultades para hacerse con los derechos de la obra. El hermano del poeta, Francisco García Lorca, lamentaría años más tarde no dar «carta blanca» a Buñuel: un asesor le había convencido de que la cantidad ofrecida era ridícula y además le negaron tener acceso al guion. «Quería verlo, no para corregirlo, pero sí leerlo, enterarme. Él se negó. Que no me preocupara, que respetaría la obra de Federico».
Décadas más tarde, en 1970, El productor italiano Carlo Ponti, marido de Sofia Loren, mandó a Buñuel un telegrama preguntándole si estaría dispuesto a adaptar la obra con la Loren como protagonista, ya que se encontraba negociando los derechos, una vez más, con el hermano de Lorca, pero Buñuel ya había perdido completamente el interés en adaptar a su gran amigo.
Johnny cogió su fusil
La novela de Dalton Trumbo sobre un soldado completamente mutilado y carente de sentidos que, aislado de toda comunicación posible, rememora su vida desde la cama de un hospital era el único libro que impresionó a Buñuel “con la misma fuerza de un puñetazo”.
El productor Gustavo Alatriste trató de levantar el proyecto para Buñuel en 1962 y Trumbo, el gran guionista castigado por la caza de brujas de Hollywood, trabajó semanas junto al director en México tomando notas de sus ideas. El dinero no llegó, el proyecto decayó, y fue el propio Trumbo el que acabó dirigiéndola en 1971, adaptando su única novela en su única película como director.
La amistad entre ambos perduró. En 1970, Buñuel le mandó un telegrama mientas Trumbo rodaba deseando “violentamente que la película sea tan buena” como su tema, a lo que Trumbo contestó que “nunca sería capaz” de hacerla tan bien como lo habría hecho él.
Al año siguiente, Trumbo le pidió interceder para que la cinta fuese seleccionada en el Festival de Cannes y Buñuel inmediatamente escribió al director del certamen pidiéndole que no debía “ignorar esta admirable película”.
Tras verla, Buñuel le confesó su admiración por la escena en la que la enfermera besa a Johnny y que Trumbo tuvo que recordarle que, justamente, era una idea suya. En cambio, Buñuel le afeó la escena en la que la enfermera masturba al paciente, porque “profana la ternura del filme”. Con todo, Buñuel quedó impactado con la calidad de la cinta, rechazó el ofrecimiento de Trumbo de figurar como coguionista, y acompañó al director en la rueda de prensa de Cannes, donde la película ganó el Gran Premio del Jurado.
Una segunda parte de Un perro andaluz
Realmente nunca fue deseo de Luis Buñuel, pero sí de Salvador Dalí. Los dos amigos se habían distanciado para siempre cuando el pintor reveló en un libro que Buñuel era un ateo y comunista furibundo, generando artículos de prensa que pedían el cese del cineasta como trabajador del departamento de cine del MOMA en Nueva York, su único sustento durante los primeros años 40.
Antes, Dalí incluso se había negado a enviar dinero a su amigo en apuros con excusas tan delirantes como que se lo había advertido “una médium suiza” y él debía destruir “el pasado infantilista representado por los amigos de Madrid”. Sin embargo, cuando en los años 60 Buñuel volvió a ser una luminaria cultural, Dalí le mandó un escueto telegrama desde Rosas: “Un perro andaluz me gusta cada vez más. ¿No querrías hacer juntos (una) segunda parte, mismo metraje, con una idea que hará llorar de alegría? Solo cinco días de rodaje. Ven el fin de semana a Cadaqués o voy yo a Madrid”.
Buñuel, que para colmo había sufrido históricamente los continuos berrinches del pintor reclamando que su nombre no se valoraba suficientemente como autor de Un perro andaluz y La edad de oro, contestó sarcástico y categórico: “Acuso recepción de tu extraordinario telegrama, pero agua pasada no mueve molino”.
Actor en Annie Hall
Aunque no se trate de su trabajo como director, Buñuel incluye su fallida participación en Annie Hall en el capítulo de ‘otros proyectos’ de sus memorias. Woody Allen, que admiraba sin reservas a Buñuel, quiso que el aragonés se interpretase a sí mismo en la famosa escena de la cola del cine para la que acabó contando con Marshall Macluhan. El español nunca le contestó porque suponía “permanecer una semana en Nueva York” y, cuando más tarde vio la película afirmó no gustarle mucho. Allen si logró tener a Buñuel, pero ya como personaje de Midnight in Paris interpretado por Adrien de Van.
Los seres queridos
Entre sus proyectos caídos en Hollywood está la adaptación de la novela satírica de Evelyn Waugh sobre una empresa funeraria de Los Ángeles que servía de contrapunto a una historia de amor.
Buñuel llegó a escribir una adaptación junto al guionista Hugo Butler, pero fue rechazado porque, según el director, “la muerte era un tema tabú que más valía dejar dormir en paz”. Renunció a los derechos de una adaptación que acabó viendo la luz bajo la dirección de Tony Richardson en 1965.
El señor de las moscas
La novela de William Golding de 1954 sobre unos niños en una isla desierta que tratan de organizarse como una sociedad “tentó” a Buñuel según sus propias palabras. Trató de hacerse con los derechos, pero el éxito mundial del libro elevó el precio hasta hacerlo prohibitivo. El gran director teatral Peter Brook, en una de sus incursiones cinematográficas, fue quién la dirigió. Como ocurrió con Los seres queridos, Buñuel nunca llegó a verla.
Bajo el volcán
La celebrada novela de culto de Malcom Lowry fue ofrecida a Buñuel en distintas ocasiones porque al situarse la acción en la mexicana Cuernavaca tenía sentido recurrir al ‘mexicano’ Buñuel. “Leí y releí el libro, sin poder imaginar una solución realmente cinematográfica”. ¿El motivo? Que la acción sucede básicamente en el interior de la mente del protagonista. “¿Cómo traducir a imágenes los conflictos de este mundo interior?”, se preguntaba Buñuel que llegó a leer ocho adaptaciones diferentes. Sería John Huston en 1984 quien filmó la novela con Albert Finney como actor.