La religión ha sido motivo de la creación de expresiones que nos vinculan a la historia de nuestros antepasados. Independiente de la confesión o grado de creencia religiosa de cada uno, hay muchas que utilizamos casi a diario y cuyo origen tiene que ver con la Semana Santa, en la que se recuerda y recrea la pasión, muerte y resurrección de Jesús… o, simplemente, se disfruta de un periodo vacacional. Estas son algunas de esas expresiones…
«¡Por los clavos de Cristo!» es una forma de rogar encarecidamente algo o de expresar sorpresa. Al igual que esta expresión, e independiente de la confesión o grado de creencia religiosa de cada uno, hay otras muchas que utilizamos casi a diario y cuyo origen tiene que ver con esta semana en la que se recuerda y recrea la pasión, muerte y resurrección de Jesús… o, simplemente, de vacaciones.
Judas Iscariote guio a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron, les indicó quién era besándole («el beso de Judas«). Por su traición fue recompensado con treinta piezas de plata («Judas» o «ser más falso que Judas«). Tras ser apresado, nadie lo quería juzgar y se quitaban el problema enviándolo de un sitio a otro («ir de Herodes a Pilatos«). Poncio Pilatos, el gobernador de Judea, se desentendió del tema («lavarse las manos«) y permitió aquel disparate («barrabasada«): que la multitud de judíos, azuzados por el sanedrín, exigiese el indulto de una mala persona («Barrabás«) y la crucifixión de Jesucristo.
Tras la sentencia de muerte, tuvo que recorrer un camino tortuoso («Viacrucis«) portando la cruz («llevar la cruz » o «con la cruz a cuentas«) hasta llegar al monte Calvario (del latín calvarium, calavera, era el nombre que se daba a los lugares donde se amontonaban las calaveras de los reos ejecutados) donde sería crucificado («vivir o pasar un calvario«). A modo de burla, y siguiendo una antigua tradición romana de indicar el delito, («para más inri«) la cruz tenía una tablilla con la inscripción Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (INRI, Jesús de Nazaret, Rey de los judíos), tal y como Jesucristo afirmaba. Durante este trayecto, en el que fue golpeado y cuyo aspecto era lastimoso («ir hecho un Eccehomo«), siempre le acompañó María Magdalena, la que más tarde descubriría el sepulcro vacío y la encargada de anunciar la resurrección, que lloró amargamente su pérdida («llorar como una Magdalena«). Y a todo esto, si Pedro no hubiese negado a Jesucristo tres veces antes de cantar el gallo… («Otro gallo cantaría…«)
Para muchos, estos días son simplemente una semana de vacaciones, pero saben que van a tener que aguantar el estruendo de las matracas («dar la matraca«; para anunciar los actos religiosos de Semana Santa se utiliza este instrumento de madera construido con dos mazas que forman una especie de aspas, y que cuando se hace girar produce un sonido que resulta bastante molesto) y las procesiones de nazarenos («timo del nazareno«; el timador, nazareno, se gana la confianza de una empresa proveedora haciendo algunos pequeños pedidos que paga rápidamente, una vez generada la confianza el nazareno realiza una compra de mucho más valor que no paga y desaparece) con sus capirotes («tonto de capirote«; gorro con forma de cono forrado de tela que caía sobre los hombros y con un par de agujeros para los ojos que protege la identidad. Cuando se lleva con la cara descubierta, el pueblo se reía de quién lo llevaba porque se desvelaba su identidad y ya no tenía sentido).
Y ya que hablamos de su muerte, ¿por qué fue crucificado? Pues porque los romanos eran muy cuadriculados y tenían todo perfectamente regulado. Dependiendo del delito y de tu condición, se te aplicaba un castigo u otro, y por eso el Jesucristo histórico fue crucificado.
Roma, a pesar del expansionismo imperial y de las múltiples campañas de dominación y conquista emprendidas por sus ejércitos, se caracterizó por la tolerancia religiosa. De hecho, la tolerancia religiosa es más significativa en los sistemas politeístas, dispuestos a admitir la diversidad, que en el monoteísmo, que no admite ninguna presencia extraña. En Roma, siempre que se respetara el orden y la paz, se pagaran los correspondientes impuestos y se aceptara la supremacía política del emperador, podías venerar o rendir culto al Monstruo del Espagueti Volador (Pastafarismo), a Maradona (Iglesia Madarionana), a la saga de Star Wars (Jediísmo) o a los ovnis (Movimiento Raeliano). Entonces, ¿por qué hubo persecuciones contra los cristianos? Al principio, los romanos no le prestaron mucha atención a los cristianos, porque lo veían como una secta dentro del judaísmo. Sin embargo, con el paso del tiempo el cristianismo se iba fortaleciendo y la actitud de los romanos hacia ellos cambió, hasta el punto de llegar a perseguirlos (puntualmente). Y lo hicieron porque rompieron las reglas establecidas: no aceptaban al resto de dioses, solo al suyo; no reconocían la autoridad imperial y su fanatismo los convirtió en un problema de orden público, comenzando a percibirse como una amenaza para la unidad del Imperio. Así que, se puede concluir que más que una cuestión religiosa fue una cuestión política. De hecho, y volviendo al tema del artículo, Jesucristo fue acusado del delito de secesión.
Inicialmente, Jesús el Nazareno fue juzgado por el Sanedrín por un delito religioso (blasfemia), que acarreaba la muerte por lapidación según la ley hebrea. Recordemos que estamos en la provincia de Judea sometida al imperio romano, lo que implica que la autoridad competente para dictar una condena a muerte corresponde al gobernador romano, en este caso Poncio Pilato. Así que, ante la imposibilidad de ejecutar sentencias a muerte, los dirigentes judíos lo llevaron ante Poncio Pilato. Sabedores de que por el delito religioso le habría caído el equivalente romano a 10 Padrenuestros y 3 Avemarías, cambiaron el delito por el de sedición (lo acusaron de sublevar al pueblo y pretender usurpar el poder político haciéndose llamar rey). Como el gobernador sabía que todo era un plan orquestado por el Sanedrín para eliminarlo por «el bien de la comunidad» -las palabras del sumo sacerdote Caifás son reveladoras : conviene que uno muera por el pueblo y no que perezca la nación entera-, intentó librarlo, pero no hubo forma. Así que, lo condenó por el delito de sedición castigado con la muerte según la Lex Julia lesae maiestatis (traición, sedición, promover rebeliones, asesinato de magistrados…).
El Derecho romano contemplaba varias formas de ejecución, dependiendo del delito y de la condición del criminal. Así que, dada la gravedad del delito y la condición del Nazareno de extranjero, la ejecución quedaba reducida a la categoría de summa supplicia: la crucifixión, la hoguera (crematio o túnica molesta) o la exposición a las fieras en el circo (damnatio ad bestias). ¿Y por qué se eligió la crucifixión? Pues porque era la más indigna, una forma de escarmiento publicitario contra agitadores y rebeldes al Imperio. Como sociedad clasista y jerarquizada, se tenía en cuenta también a la hora de las ejecuciones, y la crucifixión era una práctica prohibida para los ciudadanos romanos condenados a muerte, quedando reservada para esclavos y extranjeros. Otro ejemplo lo tenemos en la más famosa rebelión de esclavos, cuando los 6.000 hombres que Craso capturó, incluido Espartaco, fueron crucificados en la Vía Apia desde Capua a Roma como macabra advertencia a todo esclavo que pensase que podía volver a desafiar el poder de la República. Con la crucifixión, además de la humillación de ser expuesto a la intemperie y a la vista del público, había que añadir que era una muerte lenta y dolorosa, que se podía prolongar durante varios días. La ejecución del condenado a morir en cruz se hacía fuera de la ciudad en un lugar de acceso público. Normalmente, el madero vertical se encontraba ya fijo en el sitio previsto para las crucifixiones, y el condenado tenía que llevar a hombros el madero transversal.
Y ya puestos, un último detalle. En el Evangelio según San Juan, en su capítulo 19 dice así:
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Sin entrar en la intención de quienes se lo ofrecieron o el significado de las palabras de Jesús más allá del literal, esta historia tiene que ver con el vinagre o, mejor dicho, con el supuesto vinagre. ¿Qué hacía allí un “recipiente lleno de vinagre”? La respuesta a esta pregunta es mucho más sencilla si pensamos que aquello no era vinagre, sino posca.
La posca era una bebida que se elaboraba mezclando agua y vino picado o avinagrado. Normalmente, era el vino consumido por los ciudadanos que no podían permitirse uno de calidad superior y, sobre todo, por las legiones de Roma en sus múltiples campañas de conquista por todo el mundo conocido. Y aun teniendo un sabor nada agradable, tenía varias ventajas sobre el vino: era muy barata, no se corría el peligro de que se estropease -ya estaba picado- y era la forma más segura de beber agua (los egipcios utilizaban el vino como antiséptico y los persas como germicida). Así que, como Jesucristo estaba custodiado en la cruz por soldados romanos, es más fácil situar en esta escena un “recipiente lleno de posca” que un “recipiente lleno de vinagre”.
Y para terminar, resolvemos un misterio de la Semana Santa…
Fuentes e imagen: Dosis Diarias (Alberto Montt), Ya está el listo que todo lo sabe, Expresiones con pasión