
España desde el primer momento ayudó económicamente a los rebeldes norteamericanos llegando a pertrechar a 30.000 rebeldes con sus uniformes, fusiles y 216 cañones desde los puertos franceses con la financiación de Roderigue Hortalez y de la compañía, a través del puerto de Nueva Orleans y el río Misisipi, desde las bodegas de La Habana y desde el puerto de Bilbao, a través de la Gardoqui, familia vasca rica de la época.El de Pensacola, en tierras de la Florida occidental, fue un desembarco audaz y osado dada la dificultad de acceder a su bahía. Una empresa temeraria que, exitosa finalmente, alumbraría para siempre el arrojo de uno de los personajes más influyentes y desconocidos de la Historia común de España y de EE.UU: Bernardo de Gálvez Gallardo Madrid, vizconde de Galvestón y conde de Gálvez, oficial y luego general del Real Ejército, y virrey de Nueva España.Tras aquel fuego de Pensacola su escudo de armas siempre luciría el lema de «Yo Solo», porque así fue cómo entró en el bastión inglés de la Florida: «El que tenga honor y valor que me siga»