Ramón Lucio
Pues ya se habían casado Fernando e Isabel el 19 de octubre de 1469 en Valladolid. La boda no tenía el consentimiento expreso del rey Enrique. Lo sabía y tampoco había dicho algo al respecto. Los esposos y el arzobispo Carrillo escribieron al rey explicándole como se había realizado el enlace y que se declaraban obedientes al monarca y a los pactos habidos. Por otra parte, veladamente señalaban que no había alternativa. Carrillo se consideraba el gestor único del proceso y a partir de ahora decidiría los pasos a seguir. Juan II de Aragón, el padre de Fernando también enviaba cartas con sus consejos. Otros nobles y prelados también aconsejaban “desinteresadamente”, ya que el asunto, tarde o temprano se convertirían en reyes de Castilla y Aragón, y había que ir tomando posiciones. Fernando demostró que no se dejaba manejar fácilmente, e Isabel ahora con más razón, al verse apoyada por su marido y coincidiendo en sus planes, escuchaban, callaban y procuraban ganarse a la mayor cantidad de gente que se adhirieran a su causa. Aparte de enviar Procuradores al rey, para que oficialmente realizara la aprobación, reclutaron una guardia de mil hombres que serían pagados con las rentas de la Cámara de Sicilia, que les pertenecía.
Legó la respuesta del rey que como siempre dilataba la decisión alegando que más adelante les daría las resoluciones que adoptaría. El monarca supeditaba al enemigo de Isabel la resolución, con lo que era evidente la debilidad de los esposos, cosa que Carrillo, su protector, detectó con preocupación ya que si Isabel era mujer de tesón, Fernando era sereno y enérgico. Por ello se quejó al rey aragonés Juan II del comportamiento y la situación de la pareja, que pagaba mal su trabajo y desvelos. El aragonés intentó entonces acelerar en Roma las gestiones para obtener la dispensa papal solicitada y pendiente. Pero Fernando le reconvino, a que el asunto estaba bajo control. Recordemos que el nuncio en España, Veneris, autorizó la boda, y faltaba la confirmación. Primera muestra de que Fernando era prudente y contundente, no se dejaba gobernar. Isabel por su parte lo tenía meridianamente claro. No había contravenido en nada los acuerdos de Guisando y demostraba la obediencia al rey, siempre que sus mandatos no fueran contra las leyes del reino ni los principios de la moral cristiana. Les faltaban a ambos una amplia aceptación por parte de los súbditos y el restablecimiento de las relaciones personales con el rey. Nobles como los Mendoza, familia fundamental en Castilla y prelados y gente del pueblo estaban con la pareja. Por otra parte, todos querían un reino fuerte y estable, desprovisto de un juego de intereses de cortesanos y aprovechados. Para que reinara Juana (la Beltraneja), algún día, era necesario casarla y el rey portugués ya había abandonado el proyecto de Castilla. Quedaba Guyena, que había sido rechazado por Isabel. Pacheco consiguió apoyo de los linajes principales, organizó un enorme reparto de ascensos y dádivas en el reino. A unos les entregó importantes sumas de dinero, a otros el gobierno de Vizcaya y Guipúzcoa, qué estas rechazaron con energía. En Asturias invocaron fidelidad a “su princesa”, recordemos que Isabel era Princesa de Asturias y en esas tierras se consideraba mucho la herencia visigoda. A otros los nombró duques de Alba. De los Mendoza logró que le entregaran a la reina Juana y a su hija que estaban bajo su protección. Por otra parte soldados de Benavente se habían hecho con Valladolid, por lo que los príncipes debieron refugiarse en Ávila, pero sin dinero ni medios para conseguirlo. Las rentas a las que tenía derecho Isabel no llegaban. El verano de 1470 fueron las horas más bajas para los príncipes. En octubre nació su primera hija a la que llamaron Isabel. Además el rey Enrique realizó La Ceremonia de la Val de Lozoya, que fue el acto que se celebró en octubre de 1470 en el que se declaró heredera al trono del Reino de Castilla a Juana la Beltraneja anulando los acuerdos de los Toros de Guisando donde se había declarado heredera a Isabel ya que Isabel se había casado sin su permiso, y se leyó la dispensa papal dispensando de los juramentos prestados y declaró heredera al trono del Reino de Castilla a Juana la Beltraneja. Los historiadores con los años pudieron confirmar que la dispensa era falsa, pues no consta en los registros vaticanos. Pero lo de Val de Lozoya tuvo un efecto rebote.
Según Manuel Colmeiro, de la Academia de la Historia, en su libro “Introducción a Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla” nos dice : “Es sabido que Enrique IV, muerto su hermano, mandó jurar Princesa y heredera de sus reinos a la Infanta Doña Isabel el 19 de Setiembre de 1468 en la venta de los Toros de Guisando. Concurrieron a esta ceremonia muchos prelados y caballeros. Un pueblo innumerable fue testigo de aquella solemnidad.
Por lo tanto no pudo invalidar el posterior acuerdo en el Ayuntamiento de Val-de-Lozoya, porque no se reunieron allí los tres estados del reino, como era necesario, para anular la concordia de los Toros de Guisando”
Fernando iba tomando decisiones importantes, se supone con el visto bueno de Isabel. Tenían ambos en la cabeza y desmontando poco a poco las influencias que nobles y prelados tenían sobre la monarquía. Los tiempos iban cambiando y se terminaba la Edad Media y lentamente aparece el Renacimiento con la Edad Moderna.
Mientras en Aragón en 1471, el rey Juan II de Aragón recupera gran parte de Barcelona y asedia el resto de la ciudad que llegará hasta octubre de 1472 en que la ciudad se rinde tras la promesa de una amnistía, (la Capitulación de Pedralbes). La guerra civil catalana ha durado diez años. Se ponía fin a la guerra pero no a la crisis económica ni al conflicto entre los campesinos y los señores. También quedaba por recobrar los condados del Rosellón y Cerdaña que el francés retenía. Cataluña saldría a medio plazo bien librada porque mantenía sus estructuras políticas y sociales con capacidad de reforma y esto la hizo entrar en la modernidad. Sin embargo no fue igual para Aragón que había contribuido a la victoria de Juan II para que mantuviera unida a la Corona y asegurarse el comercio marítimo en el Mediterráneo. Juan II dejó a su hija de su primer matrimonio, Leonor, el reino de Navarra. Desde aquí es cuando Navarra queda desprendida de la unión con las fuertes coronas de Aragón y Castilla Y Fernando, que era hijo de su matrimonio don Juana Enriquez, heredaría el reino de Aragón y los condados catalanes.
Continuará
Ramón Lucio