—Cumpliendo el deber que te exige tu condición como Príncipe de Asturias, te desposarás con María Luisa, hija de los duques de Parma que, según tengo entendido, es una joven de notorias y virtuosa cualidades.
Carlos, mostrándose insólitamente complacido ante la noticia, verbaliza entonces, para inaudito asombro de su ilustrado padre, una absurda e inocente reflexión mientras se imagina ya en los brazos de tan hermosa mujer.
—Padre, celebro desposarme con una mujer que nunca me podrá engañar ni dañarme con adulterio.
Carlos III, estupefacto y sin alcanzar a comprender por qué había llegado a aquella extraña conclusión, carraspea antes de pedir a su hijo la aclaración de tan insólita certeza.
—¿Cuál es la razón que os lleva a afirmar tal cosa?
A lo que el Príncipe de Asturias, inocente, por no decir, corto de miras, responde rápidamente con inusitada seguridad pensando que, su padre, quedaría complacido al verle llegar por sí solo a una conclusión de tan alto calibre.
—Padre, al ser yo príncipe, y tener el privilegio de poder casarme con princesas, evito contraer matrimonio con mujeres vulgares que puedan engañarme o serme en un futuro infieles.
Carlos III, incapaz asimilar la estupidez que acaba de escuchar, está a punto de saltar de su silla, abalanzarse sobre su hijo y abofetearle, sin embargo, consigue contener aquel primer impulso sustituyéndolo por una mirada cargada de impotencia y tristeza…
—Pero que tonto eres, hijo mío.
El Príncipe, que esperaba una reacción completamente diferente, borra la complacencia de su rostro para abrir los ojos y la boca como si de un pez fuera del agua se tratase, al mismo tiempo que, apurado, intenta buscar las palabras que erradiquen la decepción de su progenitor.
—Padre, yo…
La réplica del futuro Carlos IV queda silenciada antes siquiera de empezar a formularse cuando Carlos III, tras resoplar y negar con la cabeza, con rabia y desesperación, levanta la mano para sentenciar.
—Las princesas y las reinas también pueden ser putas.
Esta anécdota, como podréis comprobar en diferentes publicaciones y páginas, viene a demostrar el carácter inocente y, llamémosle, poco lucido, del monarca Carlos IV. La novelada recreación, es parte de uno de los borradores que, como ya comenté, iré publicando.
Sin más, espero que lo hayan disfrutado.
Autor: José Antonio López Medina
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