Paloma Postigo Pérez. Suite Información.- En un país multicolor nació una abeja bajo el sol, y esa abeja soy yo.
Las abejas son seres importantes como ya sabemos, ellas encuentran siempre la flor en cualquier escenario, con que haya una, ellas la encontrarán.
Pero las moscas…. Ellas no.
Hoy tengo mucha plancha, en todos los sentidos la verdad, tanto es así que hay más ropa en la silla que en mi armario, y tantas ideas en mi cabeza que no consigo… “plancharlas”.
Dicen los entendidos que debemos empezar realizando una pequeña tarea para no caer en la pasividad absoluta, pues muy bien. Cojo la prenda más pequeña y me pongo a ello. La verdad es que no me apetece, pero lo haré, porque no quiero entrar en la pasividad absoluta.
¡Qué maravilla es planchar!, me repito casi cantando a cada pasada de vapor, cómo relaja esta tarea! Me siento realizada haciendo lo que hago! Aprecio este momento!…… y una porra!.
Tanto positivar recordando los consejos escuchados y ayudas releídas que me he quemado en el sitio más visible de la muñeca, con lo cual no podré seguir con la tarea, ¿no habría sido mejor escucharme y decidir por mi misma salir a tomar un vino con mi amiga Antonia por ejemplo?.
Suena un clin de mensaje de mi amiga, La Antonia. ¿Qué haces? Y seguidamente sin escuchar mi respuesta, relata en un montón de minutos lo que ella está haciendo, hizo y va a hacer. Madre mía, es una máquina, se organiza súper bien y vaya energía que tiene, y eso que me supera en edad. Evidentemente a ella no le interesa lo que yo tenga que aportar en la conversación, como dice mi madre no me dejaba ni meter “tallita”.
Cuenta que ha hecho media hora de elíptica; ¿tú sabes lo que es eso?.
Como todo audio puedo reproducirlo cuántas veces quiera. Y lo vuelvo a escuchar. Ya en la segunda reproducción no me la creo tanto y, en la tercera….. me dan ganas de mentir.
Yo no soy testigo de Jeová así que una mentirijilla puedo. Jeová no deja mentir.
Me pongo a ello y relato una serie de actividades y proezas deportivas sin fin, me recocleo imaginándome tres cuartos de hora en la cinta de correr y levantando kilos y kilos de pesas, la casa reluciente y haciendo tres comidas a la vez, a cual más complicada. Estoy agotada sólo de recordarlo. Cómo véis hasta yo me lo he creído.
En el momento de enviarlo me rozo la quemadura y veo las estrellas, este suceso me devuelve a la mísera realidad. Ahora, antes de darle al botoncito táctil, me escucho detenidamente y pienso casi en voz alta:
-Mi misma, esta no eres tú. Es como si te hubieras hecho un lifting de personalidad en una clínica turca. Has ido demasiado lejos. A Turquía ná menos.
Entonces salí al parque situado frente a mi casa donde una abeja casi me roza, pero no me moví, (dicen que así no te pican), lo que me hacía falta ya era una picadura de abeja.
El parque estaba echo un asco pero ella encontró la mejor flor. Y allí se posó, como ellas tienen cinco ojos, me requetemiraba, o eso pensaba yo. Mi misma se relajó, disfrutó sin querer queriendo inspirada por un pequeño gran ser a rayas, que salió volando cuando llegó un señor con perro y bolsa de caca.
Entonces llegó una mosca y se posó en restos que la bolsa no pudo rebañar.
Volví a mirar el móvil y borré, ya más relajada, mi audio farolero para responder con un simple –Me alegro que estés tan activa-. No mentí, sólo hice como Jesús de Nazaret, omití lo innecesario.
Y me dije: -Mi misma, eres más abeja que mosca, y lo sabes. Tu mundo es un país multicolor.
Por cierto las moscas y las abejas tienen ambas cinco ojos, pero no me interesa si la mosca me mira porque yo no me detengo a mirar las cacas, ¡qué ordinariez!.
Y ahora me voy al ambulatorio a que me curen la quemadura. Voy a dejar el móvil en casa o se me irá la olla otra vez.