Tan oscura que apenas se pueden ver leves reflejos tenebrosos de los destellos de la luna.
Lleva días y días lloviendo sin cesar. Casi parece que desde que llegaron esos bastardos ingleses llegaron también las lluvias a nuestras tierras, pero no son sus lluvias no, aquí es época de aguas torrenciales, de mosquitos temibles y de horribles fiebres y enfermedades, y a esto estamos mas que acostumbrados y somos más duros que los salmonetes.
El legendario Almirante Lezo nos ha elegido para hacer frente a las hordas de protestantes que suben ladera arriba hasta nuestro castillo. Suben para arrebatarnos lo nuestro, para quitarnos la vida, y nuestro Almirante nos hace llamar a 300 españoles.
300 compatriotas duros de verdad, fríos, valientes y leales como solo los españoles lo somos…
Vestidos con harapos por uniformes y todos con camisas blancas como ancestral ritual de nuestra temida infantería española, esperamos las órdenes, llenos de ira y rabia…
Miles de casacas rojas se van aproximando al castillo de San Felipe muy seguros de su abrumadora superioridad, tanto en número como en pertrechos, desconocedores de que la muerte les espera en forma de españoles vestidos de blanco.
2.000, quizá 3.000 salmonetes vienen dispuestos a masacrarnos con sus impolutos uniformes, miles de mosquetes y decenas de cañones…un puñado de españoles armados con hachas y cuchillos aguardamos tras las puertas la orden de nuestro Almirante.
Descalzo sobre el empedrado, empapado siento como el agua cala mi ropa y el barro se introduce entre los dedos de los pies. Serio, con la mirada fija en Lezo aprieto hacha y cuchillo con mis manos mientras controlo mi respiración.
Así hacemos todos.
Lezo nos mira, sabe que tiene a lo mejor que queda en toda Cartagena frente a él, y con orgullo y frialdad nos deja claro que vamos a matar y morir, y espera que haya más de lo primero que de lo segundo…nadie emite el menor ruido…ancestral silencio sepulcral español.
Lezo se gira…se abren las puertas…nos mira…
-“MATADLOS!!!”
Todos salimos corriendo directos a por ellos.
Sus ojos de sorpresa y terror se adueñan de sus almas.
Saltamos sobre ellos…
Sangre…
Gritos de terror…
Miembros amputados…
Lamentos y ruidos horrorosos se apoderan de la oscura noche.
Matamos todo lo que no viste de blanco, matamos todo lo que no sea español, sea quien sea…
Intentan organizarse como pueden, pero es una carnicería. Tanto odio, tanta ira reprimida por tantos abusos soportados, se adueñan de la cuesta del San Felipe…
Si podemos, no saldréis ninguno con vida, o aquí, moriremos todos…
Aún es de noche.
Apenas se escuchan ya quejidos y lamentos, que son ahogados por las pisadas a la carrera de los casacas rojas que huyen como pueden para salvar la vida.
Atrás dejan más de 1.500 cuerpos inertes de sus camaradas.
Volvemos para la puerta del San Felipe. Apenas quedamos 30 españoles.
Lezo nos mira con seriedad y un brillo en los ojos que no necesitan palabras para describir su orgullo.
Merecido descanso.
Mañana será otro día.
Noche del Diecinueve de Abril del año de Nuestro Señor de Mil y Setecientos y Cuarenta y Uno.
Cartagena de Indias.
Un veterano soldado de infantería española…