Manuel Recio Abad. suiteinformación.– Un gran día en Palma del Río. En fecha de fervor rociero, romeros de hermandades iniciando o haciendo ya el camino hacia la aldea almonteña y de estruendo de cohetes, Xavi Altamirano, nuestro editor, y un grupo de colaboradores y patrocinadores allegados a nuestro medio, y el que suscribe servidor de ustedes, pusimos rumbo desde Málaga y Sevilla, hacia la localidad cordobesa, agrícola y ganadera por antonomasia de Palma del Río. Hacia allí nos dirigimos y allí nos encontramos.
Nos esperaban otro buen amigo, Manuel Cobos, presidente de Sunaran Sociedad Agraria de Transformación y David Chao, Gerente de Oleopalma y Coare, dándonos la bienvenida con un excelente desayuno preparado a base de aceite de oliva, pan caliente, jamón y tomate. Delicioso.
Tras el desayuno visitamos las instalaciones de La Comunidad de Regantes, donde se aprecia perfectamente la vocación de servicio integral a los cooperativistas, que tienen los responsables de estas modélicas sociedades. Conocimos a Juan Jesús, Químico de la entidad, y de la mano de Juan Francisco, maestro almazarero y encargado de la almazara, recorrimos las instalaciones Oleopalma oyendo de su boca cuáles son las fases del proceso de fabricación del aceite de oliva, nos instruye ampliamente hasta el punto de poder así valorar de forma correcta cuál es la importancia del sector olivarero y calidad de sus productos. La cooperativa posee unas instalaciones de última generación tecnológica, para la recogida, limpieza y selección de la aceituna, molturación, tratamiento del orujo, separación del aceite del alperujo, mediante un avanzado sistema de centrifugado horizontal conocido como Decanter. Una vez separada la pasta del aceite, todo a una temperatura aproximada de 26 grados centígrados, el producto pasa por una fase de centrifugado vertical. Todo este proceso industrial debe iniciarse dentro de las 24 horas siguientes a la recolección del fruto. Así se evita, que aumenten los llamados peroxidos, asegurando la existencia de polifenoles que tanto favorecen la calidad y durabilidad del aceite y sus cualidades organolépticas. Con posterioridad es necesario un período de decantación para separar cualquier resto de agua aún existente en el proceso.

No hay residuo sin aprovechamiento: el hueso seco triturado es utilizado como combustible para alimentar las calderas, el agua sobrante de lavado, para producir fertilizante natural combinado con nanoburbujas, que evita la obstrucción de los goteros.
Terminada la fase untuosa de la jornada, visitamos las instalaciones de otra importante cooperativa agrícola aledaña, dedicada a la naranja, Sunaran. La SAT con 57.000 toneladas de naranja de mesa y zumo maniobradas en 2023, muestra su auténtica importancia, con más de 1.500 hectáreas dedicadas a su cultivo, máxime en una campaña que vino marcada marcada por la sequía y severas restricciones en el riego. En este caso, las explicaciones las recibimos de Rocio, encantadora anfitriona, y un poco más tarde, también le robamos tiempo a Antonio Carmona, Gerente de Sunaran, que nos detallaron el proceso de selección en cadena, estudio de propiedades, preparación para ser exportadas a países tan exigentes en cuanto a controles alimentarios, como es el caso de Corea del Sur, lo que nos demuestra el avanzado nivel de las instalaciones y su palpable verificación de estándares de calidad.
Posteriormente insistimos en que queríamos conocer una finca modélica, “El Judío”, propiedad de la familia Cobos, lindera con el rio Genil, en la que se cultiva olivar, cereal y girasol. Este año el campo respira, ha resurgido en todo su esplendor tras haber perdido en los últimos tres años 17.906 sociedades agrarias y 132.219 empleos entre autónomos y trabajadores por cuenta ajena. Sequía y baja rentabilidad acumulada, una PAC europea cada vez más complicada en su cumplimiento, unido al desinterés de los más jóvenes por el medio rural, provoca desconcierto y falta de confianza en el futuro en los 749.700 agricultores y ganaderos españoles.
Llegada la hora nos aguardaba un buen almuerzo en un rincón palmeño lleno de sabor y duende, la Peña Flamenca, un museo dedicado a la afición por nuestro folklore, donde degustamos una variopinta y confeccionada muestra de la gastronomía de esta localidad del valle del Guadalquivir, ejemplo de buena agricultura y de un modélico sentido transformador y generador de valor añadido.
Amenazamos con volver en plena campaña allá por el mes de noviembre. Decidido.