Manuel Recio Abad. suiteinformación.- El pasado jueves día 27 de junio viajé a Madrid por motivos profesionales. Un tren AVE, mi medio de transporte elegido. Salida desde la estación de Santa Justa en Sevilla y llegada a la de Atocha/ Almudena Grandes en Madrid. Viaje con el único incidente de una parada por motivos técnicos de media hora antes de llegar a Puertollano. A la llegada observé un llamativo desorden en la estación: desvíos innecesarios para llegar a la salida, puertas bloqueadas, escaleras y rampas mecánicas paradas…y una sonora y polvorienta obra en el centro del patio. Colas kilométricas en las taquillas, ticket en mano, porque eso sí, también se ha incluido el sistema de cita previa, pero aguardando cola in situ, con lo cual el desorden está asegurado, en espacios donde localizar un lugar para sentarse se torna en imposible. Por fin pude dar con la salida con ánimo de subir a un taxi que me llevara al lugar de reunión. No es fácil tarea, pues el primer taxi de la parada se encuentra lejos y en una calle aledaña fuera de los límites de la estación. Me ahorré tener que arrastrar equipaje pues volvía a Sevilla por la tarde a las 19,30. Viajaba con lo puesto. El caos me persiguió hasta que pude conseguir subir a un taxi y escapar de aquella desorganizada marabunta.
Atocha ya no es aquella estación limpia y bien organizada de finales de los noventa cuando aquel impoluto AVE Sevilla-Madrid-Sevilla parecía volar bajo y con trato exquisito te atendían azafatas y operarios de Renfe, alcanzando su destino con envidiable puntualidad. Eso se ha acabado. Los servicios se comparten entre ADIF y RENFE, siendo imposible detectar cual compañía tienes delante. La amalgama de letras llegó a nuestras vías: RENFE ,AVLO ,OUIGO,SNCF, DB,TRENITALIA,FLIXTRAIN… Algunas de ellas no admiten el pago en moneda de curso legal, nuestro amado Euro que tanto nos hace recordar a aquellas ansiadas pesetas. Solo te permiten pagar con tarjeta de crédito.
España cuenta con la red de alta velocidad más grande de Europa y la segunda a nivel mundial, solo superada por China. O nos pasamos o no llegamos. Así parece ser que nos gusta hacer las cosas a los españoles. Cuando comprobamos que los costos de mantenimiento de esa inmensa red convierte en deficitario el servicio, damos con la solución: permitir que trenes de alta velocidad de otras compañías extranjeras puedan rodar por nuestras vías, pagando el canon correspondiente con el pretexto de cumplir las leyes de libre competencia. Puedes elegir y así optar por viajar con la clásica Renfe, o bien hacerlo con Avlo (filial de Renfe), Ouigo o Iryo. Todas sus locomotoras parten y llegan a las mismas estaciones con lo que el caos está asegurado.
El ministro de Transportes y “Movilidad Sostenible”, D. Oscar Puente, puede sentirse orgulloso de la herencia recibida, pero su aportación es lamentable y hoy por hoy es el máximo responsable de este desastre organizativo. 000. Una vez terminada mi reunión de trabajo me dirigí de nuevo en taxi a la estación de Atocha con el ánimo de subir al AVE de la 19,30 destino Sevilla. El público asistente había aumentado exponencialmente en relación a mi llegada. Todas rampas mecánicas de acceso a la planta donde se encuentra el control de acceso y escáner de equipajes, estaban paradas. Me recibió un tumulto de viajeros exaltados. Al parecer, según supe más tarde, el incendio de un camión en las cercanías del trayecto del tren Barcelona -Madrid había afectado a las vías y el servicio había quedado suspendido. Los usuarios billetes o códigos QR en mano, no entendían lo que estaba ocurriendo, sólo les comunicaban que había un retraso. Desconozco el tiempo que llevaban allí, pero cuando intenté avanzar en paralelo a la gran serpiente humana para poder tomar mi tren, recibí los primeros avisos: “oiga, póngase en la cola!!!”. Cuando educada y sosegadamente comenté que tenía diez minutos para salir hacia Sevilla, el coro se hizo unísono y volví a ser increpado por los exaltados y muy cabreados viajeros que pretendían sin éxito dirigirse hacia la capital de los “paisos catalans”. Si ellos no tenían tren pues no lo tendría nadie. Temiendo ser agredido por los vociferantes clientes renfeños no tuve más remedio que,con paciencia e inquietud, guardar cola en el redil incomprensiblemente ordenado por la dirección del personal, mezclando a todos los usuarios fuera cual fuere su destino y horario de salida de sus respectivos trenes. La algarada fue en aumento y en la zona de acceso a control ya no cabía una maleta más ni quien tirara de ella. Finalmente conseguí zafarme de la muchedumbre y acercándome a la valla del cercado, haciendo oídos sordos y jugándomela, le comuniqué a un empleado que mi tren estaba a punto de salir. Displicente me abrió la talanquera del corralito y pude pasar a la zona de embarque. Corriendo llegué a la puerta de acceso a andenes y me extrañó no ver a nadie formando cola. A otro empleado con escapulario identificativo al cuello pregunté si era esa puerta la correcta para tomar el AVE destino Sevilla. Le entregué mi billete y lo leyó con el detenimiento de un notario antes de rubricar con su firma una escritura elevándola a pública. -“Pase usted, baje con cuidado”. Cuando por fin pisaba el andén tras bajar por la cinta, esta funcionaba, que alegría, en eternos segundos y antes de subir a “mi tren”, pregunté por seguridad a otro empleado que se encontraba en la puerta de acceso de uno de los vagones. Cual fue mi sorpresa cuando me comunica que ese AVE tiene como destino Málaga. El AVE a Sevilla había partido sin mi. Pero si lo autorizaba su superior, me dijo muy amablemente, podría ir en ese tren hasta Cordoba y allí hacer transbordo hasta Sevilla. Mis ruegos al revisor no tuvieron éxito. No era conocido, no tenía enchufe. Viajaría sin seguro, me soltó y eso no está permitido. Todo esto suele suceder en un país donde ya casi todo se permite sin más serias consecuencias. Haga recuento.
Subí corriendo para después bajar hasta el departamento de atención al cliente….por varias rampas automáticas en paro. Nueva cita previa ordenada por una máquina expendedora de tickets. Otra cola. Aquel lugar estaba atestado de potenciales y alterados reclamantes. Desesperado decidí cambiar el billete y me dirigí a los mostradores de venta. Nueva cita previa, debía sacar ticket y aguardar mi turno. Ciento cuarenta y cuatros usuarios esperaban ser atendidos antes que yo. Por fin mi clave apareció en la pantalla. No había sitio para mi en ninguno de los dos trenes que quedaban por partir para mi destino. El primero con plaza disponible partía al día siguiente a las 7 h. Nuevo pago por el billete y noche en un hotel. -“Puede usted presentar una reclamación a través de nuestra página web….”.
Deambulando por Atocha con mi nuevo billete para las 7 h. de la mañana del día siguiente en mi bolsillo, leo en un cartel publicitario : “Renfe es la empresa con mejor reputación del sector del transporte. Como tú que te esfuerzas en ser mejor. Renfe tu tren”. La mentira y el tuteo gráfico es ya lo usual. Me contuve para no darles un corte de mangas. Triste y cansado me dirigí al hotel.
Que desastre de Atocha, de Renfe, de ADIF o como se llame.
¡Oscar Puente, eres un inútil!