Que tengan
el mejor sábado…
Las bondades

de sacar el niño
que llevamos dentro…
Felipe de Jesús Estrada Ramírez.
Cronista de la Ciudad…
¿Recuerdas cómo veías el mundo cuando eras pequeño? ¡Recupera a tu niño interior! Los adultos deberíamos aprender a sacar el niño que llevamos dentro. Pues esto, nos puede aportar multitud de beneficios y estar más cerca de la felicidad. Si algo tenemos que admirar de los niños, es su infinita imaginación. Dale un pedazo de madera a un pequeño y en cuestión de minutos lo habrá convertido en un divertido juguete. El trozo de madera no habrá cambiado, según tu percepción de adulto, pero para el pequeño será un coche, la mercancía de una tienda, una casa, un teléfono, un borrador, la palanca de velocidades de un vehículo, etc.
“Un adulto creativo
es un niño que ha sobrevivido.”
Ursula K. Le Guin

Los pequeños son seres en desarrollo, por eso exploran constantemente su entorno y todas sus posibilidades. Esto les lleva a soñar, a crear, preguntar, imaginar, inventar… Son creatividad. Cuéntale una historia a un niño y podrá imaginarla en su mente como si estuviera visualizando una película. Su inmensa imaginación lo llevará a crear sin problemas el ambiente en el que se lleva a cabo la historia, cada uno de los personajes, el escenario, los sonidos, los colores, los olores, etc. Son simpatía. Llévalo con un grupo de desconocidos de su misma edad y a los pocos minutos estará divirtiéndose con sus nuevos amigos como si los conociera desde hace tiempo. Apenas empezamos a crecer, nos vamos olvidando poco a poco de las maravillas que disfrutábamos en la infancia: Dejamos de hacer preguntas, porque somos adultos y “deberíamos saber de todo”. Dejamos de soñar, porque “los adultos deben vivir con los pies en la tierra”. Nos formamos nuestros propios juicios de las personas, por eso “elegimos con cuidado a nuestras amistades”. Crecemos en desconfianza y rechazo. Si una idea no concuerda con nuestros pensamientos, entonces la consideramos errónea. No importa cuán buena pueda parecer, si no está dentro de nuestros parámetros, simplemente la vemos como inaceptable.
“Dejamos de jugar, de hacer travesuras, de soñar. Olvidamos nuestra infancia, nuestra franqueza, nuestras locuras, porque nos hicimos mayores o por perder las ilusiones que nos impulsaban en nuestra niñez? Crece, madura y no perdamos nunca la fe y la frescura del niño que llevamos dentro.”
-Francis Aragón-
Sacar el niño que llevas dentro no significa ser inmaduro, simplemente significa darte la oportunidad de apreciar la vida desde una perspectiva más abierta. Prueba a hacerlo la próxima vez que conozcas a alguien con pensamientos distintos a los tuyos. Más de una vez te sorprenderás de que esa persona que parece tan diferente a ti te pueda transmitir mensajes y enseñanzas muy positivas, las cuales te pueden hacer reflexionar sobre tu propia existencia y forma de ser. Conoce nuevos lugares y aprécialos, tal como en tu infancia, cuando tus padres te llevaban a pasear a lugares que encontrabas fascinantes. O incluso fíjate en los detalles de los lugares por donde pasas a diario. Te darás cuenta de que siempre puedes encontrar un nuevo atractivo cada vez que lo visitas. Todos llevamos dentro un niño pequeñito. Me refiero a ese niño que es sinónimo de alegría, creatividad e imaginación, pero también de miedos, angustias y desconcierto, al que en psicología llamamos «el niño interior». Este niño, con sus luces y sombras, se refleja en muchos de nuestros actos cotidianos y en las decisiones que tomamos. Evidentemente, no se trata de un niño de carne y hueso, sino de esa parte de nuestro “yo” que no ha crecido del todo.
El niño interior es un concepto nacido de la terapia gestalt. Para la gestalt, el niño interior es la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”. Se forma fundamentalmente a partir de las experiencias, tanto positivas como negativas, que tenemos durante los primeros años de la infancia. Dependiendo del tipo de experiencias y de cómo las interiorizamos, el niño interior puede ser una “personita” alegre, optimista y sensible o por el contrario, alguien temeroso de la vida, enfurruñado e irascible. Con el paso del tiempo, este niño se va escondiendo en lo más profundo de nuestro ser pero sale a la luz en determinadas circunstancias, como por ejemplo, cuando necesitamos enfrentar un proyecto que demanda mucha imaginación o cuando revivimos un miedo que, como adultos, no debería atemorizarnos. La mayoría de las personas no se percatan de la existencia de este niño interior, pero lo cierto es que en ocasiones es él quien determina cómo respondemos ante determinadas circunstancias.
Cuando somos pequeños todos pasamos por experiencias positivas y negativas. Si vivimos una situación negativa y somos capaces de solucionarla de manera adecuada viviendo el dolor correspondiente, dándonos tiempo para sanar y cerrando las heridas, entonces esta experiencia se incorporará en nuestro “yo” sin causar daños y pasaremos a la fase sucesiva del desarrollo, trabaja tu niño interior. No obstante, si no somos capaces de superar el impacto emocional de estas experiencias, es probable que se generen sentimientos de ira, frustración y tristeza que terminarán afectando a nuestro niño interior, quien deberá cargar con el peso de estos problemas irresueltos. Como podrás suponer, estos sentimientos negativos afloran una y otra vez determinando cómo reaccionamos ante la realidad. Si tienes miedos irracionales, sientes rencor, odio o tristeza a menudo, respondes de manera desproporcionada ante situaciones que no son realmente tan importantes o saboteas tus metas constantemente, es probable que tu niño interior esté dañado. Lo cual es perfectamente comprensible, ya que le estás obligando a llevar el peso de heridas profundas que no acaban de sanar.
El niño interior debería servirnos para despertar la ilusión, la creatividad, la espontaneidad y la alegría. Cuando nos hace revivir antiguos miedos y nos incita a comportarnos de manera irascible, se convierte en un problema que debemos solucionar. ¿Cómo hacerlo? Sanar al niño interior es un camino de autodescubrimiento porque deberás regresar en el tiempo para descubrir cuáles han sido esos eventos negativos que aún no has podido superar desde el punto de vista emocional y que te mantienen atado al pasado. Cuando liberamos el dolor le ayudamos a nuestro niño interior a sanar y podemos mirar al futuro. Vale aclarar que en ocasiones este viaje al pasado puede ser doloroso, puesto que profundiza en heridas que no sanaron del todo. Hay que acceder a esos recuerdos grabados en nuestra memoria emocional y sanarlos, permitiéndonos cicatrizar las heridas del pasado. Ya sabes que una cicatriz es algo que nos recuerda que algo nos dolió, pero que YA no nos duele. Tu niño interior te está esperando. Será un viaje apasionante y que el reencuentro con tu niño interior marcará un antes y un después en tu vida. Tu autoestima se verá beneficiada de este trabajo emocional. ¡Abraza a tu niño interior!