Manuel Recio Abad. Suite Información.- Recuerdo una película estrenada en el año 1963 titulada en español “El mundo está loco, loco, loco» y cuyo título original en inglés era “It’s a Mad, Mad, Mad, Mad World”, que se ha convertido en un clásico de la comedia cinematográfica.
La película narra la frenética y caótica persecución de un tesoro escondido por un grupo de personajes tan excéntricos como egoístas. Todo comienza cuando un conductor al borde de la muerte revela la ubicación de una gran suma de dinero enterrada bajo una «W» gigante en un parque. Lo que sigue es una carrera desenfrenada, llena de efectos cómicos inesperados visuales, persecuciones espectaculares y situaciones absurdas, donde cada uno intenta quedarse con el botín para sí mismo, sin importar a quién se lleven por delante. Grandes actores como Spenser Tracy, Jerry Lewis y Peter Falk participaron en ella.
Pues bien parece que hoy el mundo real esté también cuatro veces loco o que muchos de los dirigentes al frente de los 197 estados soberanos reconocidos, incluidos los 193 miembros de la ONU y otros estados no miembros, se hayan dejado llevar por un deseo infantil y poco meditado por alcanzar la paz en la bíblica Judea.
Respecto a Palestina, más de 140 países lo han reconocido ya como estado soberano. Sin embargo, este reconocimiento varía en términos de formalidad y relaciones diplomáticas. La situación es compleja y está influenciada por factores políticos y diplomáticos en la región.
No todos los países apoyan esta solución que se antoja precipitada y extemporánea. Estamos ante una medida apoyada en exceso pero que choca frontalmente con las intenciones poco pacificadoras de las organizaciones terroristas islamistas. ¿Quién asegura que depondrán las armas tras la constitución de Cisjordania como Estado soberano? No creo que haya nadie con dos dedos de frente que pueda asegurar esto, pues ni siquiera la Autoridad Palestina puede afirmarlo.
Da la impresión de proponer un gran consenso en la política internacional, un cambio para que no cambie nada.
El terrorismo es la gran lacra de nuestra sociedad y difícilmente los postulados terroristas del yihadismo se van a retorcer en la misma proporción en que los afectados, que somos todos, cedamos mansamente a sus fatales y trágicas exigencias y consecuencias.
La firme decisión del gobierno israelí de acabar con Hamás viene justificada por la cerril y abyecta intención de la célula terrorista de expulsar al pueblo judío como el faraón Ramsés II lo hiciera 480 años antes de que el rey Salomón construyera su Templo.
El sufrimiento del pueblo palestino nos duele a todos, nadie permanece insensible ante tanta devastación y dolor, pero no por ello debe obviarse el objetivo fundamental que no es otro que impedir actos como los llevados a cabo en los kibutz el 7 de octubre de 2023. Apoyar el reconocimiento de un Estado palestino y la vez acusar de genocidio al Estado de Israel en su lucha contra Hamás no se sostiene si no se justifica sólo por intereses electorales en la creencia de que una gran mayoría de la población puede ser manejada por el impacto emocional que causa el conflicto bélico. Eso es jugar con ventaja, engañar al ciudadano y desviar su atención sobre los verdaderos problemas que hoy afectan a los aduladores dirigentes internacionales.
Con esta acción de reconocimiento estatista sólo se consigue dar alas al terrorismo, al hacerles ver que sus sanguinarias actuaciones al fin son eficaces para conseguir sus objetivos, aún a sabiendas de que no van a abandonar sus afanes de exterminio ni los afectados por él van a permitir que les sigan masacrando.
Parece como si el mundo se hubiese vuelto loco, pero de miedo. No parece que les mueva la humanidad o el amor al prójimo ante los desastres de una guerra, sino más bien el temor a volver a vivir el zarpazo terrorista en cada uno de sus países y de paso solapar los escándalos de corrupción que les asola.
La ONU vuelve a dar una lección de inoperancia y falta de realismo para aportar soluciones eficaces y al igual que ocurre en España, es posible que pronto veamos a representantes del terrorismo internacional yihadista ocupando en Nueva York sus cómodas bancadas, eso sí…. con otras siglas e intentando aparentar que son buenas personas.