Manuel Recio Abad. suiteinformación.– Quien no se ha preguntado alguna vez ¿porqué el ser humano es inteligente? Hay muchas respuestas a esto, pero pueden resumirse básicamente en dos: la teológica/religiosa y la evolucionista/ científica.
Si se opta por la primera, la inteligencia es una cualidad exclusiva del ser humano porque así lo decidió Dios en la Creación, creando un ser a su imagen y semejanza. Si optamos por la segunda, infinidad de estudios científicos achacan la evolución del primate hasta el homo sapiens, al uso de la energía. Los cambios climáticos producidos durante millones de años, la última Edad del Hielo concluyó hace unos 12.000 años,obligó para conseguir la subsistencia, a crear energía. El fuego y la cocción de los alimentos son básicos en la evolución del primate al humano. El mono cocinero aprende a cultivar. Los animales se domestican sirviendo como aporte de proteínas con su ingesta y como ayuda en las tareas agrícolas, la caza y el transporte con su utilización.
Los cultivos alimentaban a los animales. Los animales trabajaban la tierra. Su estiércol alimentaba los cultivos. Y, según la Dra. Zeder, en conjunto, proporcionaban una fuente de alimentos mucho más fiable y abundante. Más alimentos significaba más gente, que podía expandirse a nuevos territorios y desarrollar nuevas tecnologías que producían aún más alimentos. Era otro círculo virtuoso, pero esta vez alimentado por la energía solar captada a través de la agricultura”.
No resulta discutible poner en tela de juicio la superioridad del ser humano en la creación, utilicemos la justificación teológica o bien la evolucionista. El instinto nada tiene que ver con la inteligencia, aunque haya quien parezca prescindir de ambas cosas. El instinto viene determinado por la predisposición genética y la experiencia. Un acto repetido por un animal irracional aparenta ser una acción inteligente sin serlo.
El hombre, satisfechas las necesidades primarias, ha hecho uso de los animales domesticados o no, para alimentarse, defenderse, vestirse, ayudarse por ellos y también para el desarrollo de sus actividades lúdicas, culturales y deportivas reglamentadas. Difícilmente existirían caballos de carreras sin ellas, perros de caza sin cacerías, aves de presa sin cetrería… Queramos o no el ser humano interviene de forma decisiva en el control y la existencia de las especies.
Hay quien puede defender que todas las especies en libertad autocontrolan el equilibrio natural. Si así fuera no habrían desaparecido ya miles de especies de la faz de la tierra.
La utilidad para el hombre del reino animal es fundamental para el equilibrio de la naturaleza e impedir la desaparición de ciertas especies de animales.
El medio ambiente, tan importante y tan defendido por todos, en ningún sitio se disfruta como en una dehesa dedicada a la cría del toro de lidia. El manejo del ganado bravo difiere de las razas conocidas destinadas al consumo de carne. Sin la utilidad que la tauromaquia describe, sin toreo ni espectáculo, el toro de lidia desaparecería junto a su hábitat natural, la regeneración de los pastos salitrosos, base de su alimentación, el campo limpio, vigilado y cuidado, el trabajo inmenso que genera, el turismo que atrae….
La tortura existe. ¿No es tortura la que se ocasiona por las listas de espera de la Seguridad Social para una intervención quirúrgica?, ¿no hay maltrato en la manía administrativa por prohibirlo todo e intervenir nuestras vidas?, la tortura de la cita previa para cualquier gestión administrativa, los sufrimientos de los familiares de los 1.145 fallecidos en accidentes de circulación en 2023, o de los 4.227 suicidios, un 20% más que cinco años antes y de la tortura que ha ocasionado el COVID 19, ¿qué me dicen?.
Nadie más amante de los animales y la naturaleza que el buen aficionado o profesional taurino y nada peor que pontificar sin saber de lo que se habla. Respeto ante todo.